-Sentía en sus miradas una frialdad que era inusual o al menos que yo no percataba cuando avanzaba apurado a desempeñar mis quehaceres. Las miradas de desprecio eran las más interesantes. No tenían ningún reparo en disimular gestos elocuentes o volteadas de cara llenas de desdén. Al caminar percibía eso en algunas mujeres y en un número menor de hombres que claramente eran evaluadores continuos de prospectos para deslices ligeros. ¡Las miradas dicen tanto cuando no se reprime la expresión corporal!
-La vanidad es tan hermosa cuando se es representada por seres tan inferiores y triviales. Imagínate el desdén que pueda tener un pobre o una mujer poco agraciada. ¿Podrías creerlo?
-El egoísmo y la vanidad pueden ser disfrutados por igual por cualquiera y más en estos momentos de la sociedad en que influye tanto el consumo y la imagen estereotipada de los medios de comunicación. Basta tan solo poseer una prenda de vestir fina, aunque el que la eligió carezca totalmente de buen gusto y simplemente fue que su cerebro le dio un chasquido de elegancia y la compro precisamente en ese momento. Algo semejante sucede con los autos. ¿Te imaginas lo trivial que debe ser basar el ego en un auto?
- Pero debo señalar que para elegir un buen auto si se tiene que ser dotado aunque sea minimamente de un buen gusto, virtud seguramente excluyente para distinguir algún otro de aquellos placeres que son disfrutados de manera creciente si es que son cultivados.
-Pero los autos elegantes necesitan a un conductor elegante para mostrar su verdadero resplandor. Con el paso del tiempo el auto se adapta a la elegancia del que lo maneja y los dos encuentran una simbiosis deslumbrante que asocia el dinero con ese talento especial. ¡De ninguna manera esto es algo cierto! A diario vemos tantos hombres absurdos e insípidos con excelentes máquinas que lo único que quieren es levantarse a una perra cualquiera.
-Como dice el psicoanálisis pop de la masa, un auto así solo es la prolongación de un pene diminuto. De esos que les da risa a las mujeres experimentadas cuando le ven por primera vez.
-(Risas).
-¡Whore!
-Además de la ropa y los autos hay otra cosa que es herramienta fuerte para el motor de la vanidad. Las mujeres. Las mujeres hermosas hacen que los imbéciles parezcan mejores de lo que son. Que la fortuna y el confort queden completamente justificados; pues hay una princesa viviendo allí. Que el traje carísimo y la casa en ese barrio sean envidiables pues el vulgo piensa que son la razón del amor de esa mujer.
No hay cosa más errónea. Pues la belleza verdadera requiere mucha atención y paciencia, en caso de que no haya amor, para ser constante. De lo contrario engordaran o se harán adictas a algo o cometerán adulterio o las tres juntas.
-Pero el problema no es que la mujer se haya dado cuenta de su belleza, pues desde niña lo sabe, sino que se dio cuenta de lo que su belleza puede obligar a hacer en los hombres. Y más específicamente, en el idiota de su marido.
-¡Pero para lograr tener a una mujer así ese idiota debió haber tenido algún momento de lucidez! Pues como sabrán todos los atrevidos que osaron ligar a esta especie de mujer poco importa el dinero cuando hay que captar su atención. Cuando hay que enamorarlas por completo.
-¿Que te parecería si es que te enteras de la vanidad de una mujer fea? De que luce su incomprendida figura por las calles y se atreve a despreciar a los perros hombre hambrientos que se atreverían a follarla. O del desprecio de los despojos. De aquellos que en su miseria la vulgaridad es expuesta sin ningún pudor y mostrada reiteradamente para convencernos del atrevimiento que tienen de vivir así. Del vicio mostrado sin cautela sino con fuerza destructiva para todo lo que le rodea.
-¡La vanidad en su más sublime expresión!
-Pero allí detengámonos y regresemos a un punto que habéis dejado atrás. La vanidad se sentirá como tal en todos los casos pero su intensidad produce un placer mayor a quienes más conscientes son del poder que pueda lograr con determinación y bien encausada. No vas a comparar pues la vanidad de una mujer dotada de sensualidad y de exuberancia que disfruta mucho de estas riquezas en comparación al de una mujer que va a ser madre. El serlo implica un grado de vanidad instintiva de nuestra especie mamífera. Del orgullo de ser fértil y de poder engendrar. Ese sentimiento debe ser una exquisitez en cuanto sea consciente del mismo. En cambio el de influir en otros como mejor le parezca es algo que las mujeres bellas vienen haciendo desde pequeñas por lo que ya debe serle poco excitante en un mundo donde los hombres libres son extinguidos.
Pero bueno ¿Podría el mendigo o el hombre rata, que viven entre la mierda y que la desdicha se la buscan día a día como el pan, mostrarnos un instante de desprecio y de orgullo por no ser otra cosa; y disfrutarlo de forma superior al rico, que nació rico y que sus hijos seguirán siendo ricos cuando muera? Si lo lograra es solo teniendo conocimiento de lo sublime de esa idea. De la deformación tan grande que haría del espacio y tiempo de los que puedan presenciar este instante.
-¿Los que puedan disfrutar del instante? Esos podemos ser nosotros.
-Pero a que quieres llegar exactamente; ¿a que la vanidad más cercana al goce se puede sentir mejor mientras más miserable sea uno o que la idea de la cual proviene esa vanidad sea tan disparatada que se vuelva una verdad?.
-Excelentes inferencias estimadísimo amigo, pero no son conclusiones a las que quería llegar. Pero me interesa desarrollar su última aportación. ¿Dice usted que si la vanidad de un hombre procede de razones que carecen totalmente de cordura podrían acercarse más a la verdad?
-Digamos entonces que los locos de la calle son ex alumnos de la Bauhaus.
-(Risas)
-Solo trataba de oponerme a la posición que nos ha sido enseñada siempre. Aquella que a veces dirige nuestra conducta o acciones según lo convenido cientos de años atrás, privándonos muchas veces de llegar a soluciones mediante medios poco ortodoxos. Sin embargo el desarrollo de las ciencias y sus avances más trascendentes muchas veces han sido fruto de una idea revolucionaria. De una vía poco ortodoxa para un problema. Vemos tantos especímenes raros de nuestra tiempo que no sabemos si es con lógica con lo que se mueven y suceden las cosas. Entonces si una justificación de un hecho o sentimiento provienen de una explicación poco ortodoxa puede que este más cerca de lo real que la más razonable. Y te puedo decir que me ha pasado. Ha habido veces en las que al llegar al lugar de los hechos y ver la evidencia dejada no me ha salido mejor explicación que un disparate y en verdad que estuve muy cerca.
-Puede ser…
-En todo caso habíamos llegado a ese punto debido a una duda sobre mi afirmación de que la vanidad se disfruta mejor si es que se conoce el valor universal que tiene esta y de la posición en la que se pone a las victimas de su brillar. Y señalo la condición universal pues la vanidad es algo de lo que todos podemos sentirnos culpables, inclusive los santos. Pues que mayor orgullo que sentirse bueno entre un mundo de pecadores. Esa vanidad debe ser también exquisita. Pero la persona tiene que conocer los diferentes estados del alma humana para gozar de ella de manera creciente. Al igual que un hombre que no ha concurrido nunca restaurantes de paladar exigente o ha probado platillos selectos no sabrá distinguir la exquisitez de forma completa. Ni la textura de las carnes ni la sazón de los guisos ni el equilibrio exacto de las especies y el condimento. Nada. A lo mucho te dirá un insípido: esta rico.
-Capaz lo vuelve montado con huevo frito encima.
-(Risas)
-Como fuese. Si es que no se puede empatizar o al menos vislumbrar la posición en que quedan los otros cuando uno se encuentra en la cresta de la ola. Cuando la vanidad se siente nítidamente y se disfruta como un cigarro entre los dedos. Si uno no entiende lo que los demás puedan sentir, sobre todo si poseen virtudes que nosotros carecemos o dones y riquezas que ni en lo más remoto de nuestro sacrificio alcanzaremos. No disfrutaremos del todo sino que como la mujer que no llega al orgasmo, solo gozaremos de la más inferior de las posibilidades.