Por más que se creía estar
preparado para cuando llegara la noticia, Guillermo nunca imagino sentirse de esa
manera. Todo indicaba que había llegado la hora, sus descuidos conscientes parecían
haber dado fruto, el fruto que ahora crecía dentro de ella y dentro de su
cabeza…Ya casi resignado a afrontar
la realidad pensaba en como contárselo a su madre, como le diría a los pocos
amigos que tenía, que cara tendría que poner para afrontar a los padres de C, todas
esas ideas lo habían estado atormentando mientras esperaba, con un poco de
esperanza, el “me vino mi amor” que cada vez parecía más y más ajeno.
Durante sus 32 años de vida
Guillermo había sabido sobrevivir con decencia, se había encontrado con un
empleo que lo consentía y sabia regular muy bien sus gastos en comparación a
sus contemporáneos que despilfarraban hasta el último peso que ganaban en licor
y putas o en sus novias que después terminarían calificando ellos mismos como
putas.
Guillermo tenia ahorros e
ideas a futuro, su miedo a ser pobre siempre lo mantuvo cauto. Pero ahora era
diferente, ya no se trataba de auto mantenerse, ahora serían tres, ahora sería
padre. Pese a todos sus temores
económicos lo que más le preocupaba era como ser un padre. Su imagen de cómo
era ser uno había sido muy confusa y tormentosa. Guillermo recordaba a su padre
como un hombre paranoico y atormentado lleno de temores y preocupaciones que pasaba la mayor parte de su tiempo
encerrado en el sótano de su pequeña casa,
lo recordaba caminando sigiloso entre la gente sin mirar a nadie a los ojos, cuando conversaba era cortante y nunca decía lo que realmente pensaba. Pero
lo que más le venía a la mente era cuando le susurraba al oído diciéndole que
querían controlar sus ideas. Su padre había llegado a pensar que incluso el
idioma era la mejor forma de controlar a las personas. Le decía:
- Si yo digo 1,2,3,4 es fácil saber que numero sigue ¿Verdad? Cuando
alguien te saluda te dice: Hola y automáticamente tú dices ¿Cómo está? Predecir
lo que piensan las personas es fácil hijo, pero aún más fácil es hacer que
piensen lo que tú quieres que piensen…. Y al final hasta eso es aburrido….
Guillermo nunca protesto por
lo que le decía, ni siquiera trataba de contrariarlo, de alguna forma trataba
de entenderlo. Hasta que llego ese día cuando comenzó a pensar que todo era
falso, no solo lo que se decía sino su propia existencia, le veía embriagado de
pensamientos cada vez más delirantes. Su madre no quería entenderlo, no por el
dolor que le daba ver transformado al hombre que un día amo sino por su hijo,
por Guillermo. Aunque siempre trato de
olvidarlo recordaba ver a su padre estrellando la cabeza de su esposa contra el
suelo del sótano. El corrió a llamar a la policía y antes de que
levante el teléfono ellos estaban ahí. No era la policía, eran unos tipos
vestidos de blanco que lo metieron a una camioneta y nunca más lo había vuelto
a ver.
La idea de ser padre y ser
como el suyo lo había llevado a buscarlo, necesitaba respuestas para bien o
para mal. Si era hijo de un loco tenía que saberlo ¿Dónde estaba ese hombre que
lentamente fue desvariando? Recorrió
calabozos, cementerios y hasta manicomios pero en ninguno parecía haber estado
o por lo menos no con su nombre. Cuando ya estaba por rendirse le comentaron de
un hombre que dirigía un teatro donde los actores no eran actores y no tenía
precio el valor de la entrada. Todo sonaba
a él y camino sin rumbo hasta encontrarlo.
PARTE II
Lo reconoció en cuanto lo vio
pese a que parecía 200 años más viejo, llevaba un smoking rojo con rayas blancas
y pantalones blancos que ya eran crema por la tierra, un sombrero negro de copa
como los que llevan los presentadores de circo. Se acercó y se paró frente a él.
Guillermo: Hola quiero una entrada.
R: Si quieres entrar solo entra.
Se miraron fijamente por
minutos que parecieron horas. Él también lo había reconocido desde el primer minuto,
pero lo ignoraba como lo había hecho casi siempre.
Guillermo: ¿Me vas a decir que es lo que paso? ¿Qué
haces acá? ¿Qué es toda esta payasada?...
R: ¿Qué quieres que te diga? … Simplemente me di cuenta de todo y del todo
hijo, y no podía estar más a su lado…
Guillermo: (con lágrimas pero
de odio) ¿El Todo? (tono de burla) ¿Y qué es el todo? ¿De qué te diste cuenta?
(Voz alta) ¡¿Acaso somos el sueño de un
gigante?!¡¿Estamos hechos de fuego?! ¡¿Que te diste cuenta?! (Histérico).
R: Me di cuenta (respiró profundo)
que somos solo personajes hijo mío (y ahora él lagrimeaba). No existimos hijo, somos lo que él quiere
que seamos.
Guillermo: ¿Quién es él? ¿Quién es él? ¡Dilo!
R: ¡¿Es que aún no te has dado cuenta?! – Y lo miraba con miedo,
sabiendo que lo iba a lastimar- ¿Por qué
crees que tu novia se llama C? Nadie se llama C, porque C no es una mujer sino
la suma de varias mujeres, es de piel canela con senos grandes, dulce y tierna.
Te llama mi amor con un acento extranjero…Pero tú, hijo, tu si tienes nombre, pPorque eres quien él quisiera ser, eres su
ideal y yo, yo me llamo R porque soy quien el siente que realmente es, un
tipejo solitario que escribe porque no tiene más que hacer…
Guillermo: Dime quien es él… (Parecía no entender o
no querer hacerlo).
R: Él se llama R…
Y le dijo el nombre completo
pero Guillermo no lo escucho, por más fuerte que veía que le hablaba
no podía escuchar el nombre. Su padre lo guió hasta la puerta de su circo y le
mostro el interior, ahí pudo ver que todas las personas eran grises y a muchos
les faltaban partes de su cuerpo, daban la apariencia que nunca les había dado
la luz del sol.
Guillermo: ¿Quiénes son?
R: Son personajes cuya historia nunca se terminó o nunca empezó, son
ensayos que fueron olvidados por sus escritores… son los no leídos.
Y mientras su padre se lo decía Guillermo los
veía con cierta tristeza.
Guillermo: ¿Y esa gente? – Había unas tres personas
en las tribunas todos muy separados, parecía que no se conocían.
R: ¡Ah! Ellos… (Sonrió) Ellos
son los que de alguna manera nos mantiene con vida, los que evitan que desaparezcamos
en el olvido. Son carroñeros de libros. – Le señalo al primero – Ese es
Cambert, siempre buscando los inicios, de donde salió todo. No se va nunca por
los best sellers, quiere saber el origen y viene a vernos para entender a sus
escritores. Ese otro es Goncho, quiere cambiar el juego, hacer otro tipo de
literatura, no quiere repetir los patrones, ¿Entiendes? Por eso viene, para
saber qué no debe hacer. Y aquel otro es Gonzalo, puro sentimiento, pura
entraña, utiliza la literatura como terapia, es su fuga y a veces su motivo de
vida, se la pasa leyendo blogs de gente que escribe para liberarse así como él lo hace.
Guillermo: (con lágrimas en
los ojos) ¿Y tú? ¿Por qué estas acá?
R: Ya te lo dije hijo, yo soy el kitsch de Kundera, esa parte de la
literatura de la que nadie quiere hablar, que se omite para que el personaje
represente un perfil exagerado. Nadie habla de cuando Jesús cagaba o de las
menstruaciones de María ¿Entiendes?
Y en ese momento Guillermo lo
amaba más que nunca, todos esos años de odio se convertían en lágrimas, en
querer pedirle perdón.
Guillermo: ¡Llévame contigo! – Dijo sollozando y
dio un paso adelante queriendo entrar a la carpa pero R se lo impidió.
R: No, no puedes venir. Él sigue
escribiendo porque tú estás ahí, te has
vuelto su necesidad y de alguna forma nos mantienes vivos a todos. ¡Por favor
haz ese sacrificio por nosotros!
Guillermo sabía que nunca más
lo vería, le abrazo fuere y sintió el olor a cigarro en todo su cuerpo, su piel
suave y agrietada y sus ojos inmensos y vacíos. Caminó sin rumbo escuchando de
fondo como golpeaban las teclas del teclado y comenzaban un blues que no
lograba identificar. No había dejado de odiar pero ahora era a él, a R…, a ese
tipejo de quien no podía pronunciar su nombre pero era el dueño de cada uno de
sus movimientos, de su vida entera.
El anterior relato ha sido escrito por un amigo de Gonzalo Gozza.