-Ella sabe, pero quiere que me cueste. No dinero, sino un poco de mi
vida.
-¿Y estas dispuesto a pagarla?
-Si...quiero que sea mi mujer y yo ser solo de ella...
La demostración más valida de que eso iba a ocurrir se lo daba su
actitud y no sus palabras, que siempre buscaban enfriarlo todo. Ella daba
mensajes con su comportamiento que le acercaron a un punto en que empeñó por
completo el razonamiento; lo que para muchos ya hubiese significado
batalla perdida, para él era una constante lucha por mantenerse dentro de su
pensamiento. ¿Cómo se puede ser indiferente y mantener la sonrisa a flor
de piel, imperturbable? ¿Cómo puede estar tan cerca y emocionarse a solas,
lejos?
Mientras él se sentaba en su casa o en un café a pensarla, a releer sus
conversaciones y a recordar cada uno de los momentos que estuvieron juntos,
cada locura espontanea que emergía desde el fondo de sus
cuerpos; la vida transcurría repitiéndose como una canción sin puente. El
tiempo pasaba lentamente y no se podía apresurar nada, no podía extraer de
forma explícita lo que ella sentía, no podía sacarle el velo de miedo y hacerla suya. Todo a pesar de contar con momentos de
complicidad romántica.
-¿No te estarán sangrando?
-No...Ella también ponía...
-A lo mejor solo buscaba compañía para no sentirse sola y comía gratis
de paso…
No era así; tuvo detalles que confirmaban su desinterés y su voluntad de
estar juntos sin importar el lugar o las circunstancias; momentos reales. Podía
perderse en su sonrisa como en un valle lleno de frutos maduros; respirando el
aire cargado de vida, hasta que su boca liberaba proyectiles cual clavos
oxidados. Entonces todo pasaba a segundo plano, todo se
enfriaba repentinamente y el ambiente se tornaba incómodo; silencios
programados para no salir corriendo, rechazar las réplicas impulsivas; lastimar ante una respuesta fulminante era una costumbre almacenada en las fotografías de su computadora. No podía portarse así y mostrar nuevamente el peor de sus lados como lo había hecho antes. Ahora
había un astillero en su cabeza, en su pensamiento. Quizás
ella solo lo usaba para divertirse mientras esperaba al indicado, al que
verdaderamente valía la pena amar: Lo mejor siempre está por llegar,
decía en su estado; yo siempre estoy feliz, contigo o sin ti.
Siempre estaba en fase maníaca y al parecer tenía algunos amigos con los que se
comunicaba continuamente para poder sentirse incluida, para olvidar que había
sido vejada por el único amor que tuvo y que eso no iba a cambiar jamás, así
pase algo con el hombre tosco que pretendía enamorarla. No era tanto
el miedo al fracaso como la duda que tenía de sus propios sentimientos, no
quería salir lastimada y siempre es mejor ver morir a morir uno mismo. Ella no
era mala, solo jugaba a que nunca perdería de nuevo.
En todo el resplandor de ese encanto primigenio caminaba con recelo, mantenía
algunos pensamientos libres de la influencia del idilio que estaba
construyendo. Ocultaba sus pasiones y guardaba siempre excusas para no
entregarse del todo; un veinte por ciento tenía que quedar libre del
envenenamiento dulce del amor por si acaso la lucha terminaba en derrota y
masacre. Ya los años y los errores cometidos le habían dado una póliza
inquebrantable en la que ninguna de las marañas podría alcanzar esa porción
impoluta de juventud nuevamente. Aún no había sido domesticado ni
refinado; el desorden y la algarabía superaban las formas aprendidas para retomar
nuevamente la conciencia épica que ocultaba. La insolencia es de los buenos
delanteros de fútbol; estar solo contra el arquero, sin dudar;
creer en la magia.
Desde el primer desprecio hasta el último mantuvo la calma, inquietándose a solas; lo pensaba en la orilla como un rehén del mar, preso en
la espuma conteniendo su molestia. La protegía de cualquier desatino que
estropeara la consolidación de ese cariño que tanto anhelaba y a solas
caminando, sin querer volver, reconstruía cada escena del último encuentro,
pensaba en sus reacciones, en sus gestos y en sus palabras. Su olor a vainilla
y la delicadeza de sus manos junto a las suyas acariciándole, limpiándolas;
mientras su corazón pedía con imprudencia secreta un beso tosco y arrebatado. Imágenes
reales se confundieron con las que imaginaba.
El regreso al centro de la ciudad pronosticaba una avalancha de
posibilidades en su mente, un remolino de esperanza le alcanzaba mientras se
sostenía de pie mirando a la gente entrar y subir en el bus. Alejándose de la
estación camino a algún restaurante, se detuvo a prender un cigarrillo en una
banca solitaria; sintió unos pasos acercándose y no quiso mirar al exterior
solo dentro de su memoria para volverla a tener cerca. El peso de una persona
liviana hundió un poco más la madera del respaldo y eso le hizo voltear para
dar una mirada frontal. Era una extranjera de cabellos rubios y ojos verdes que
buscaba un sitio donde almorzar pero aún no sabía que pasaría.
-¿Mi ciudad poca gente fuma sabes?
-¿Qué?
-Que me dar mucho gusto verte fumar, nada más…
-Do you speak english?
Sonriente y acalorada le escuchó su inglés no nativo y empezó a admirar
cada vez más los detalles tan ajenos a su región. Él le mostró una calle
aledaña de la plaza donde había varios lugares y era la hora en que ya había
comido la primera camada de funcionarios y administrativos, los que tenían un
horario establecido y pretendían mantenerse en carrera cumpliendo órdenes
mecánicamente. Como no tenía prisa ni había ningún lugar donde lo estuviesen
esperando se ofreció a acompañarle; bajo la sombra de un amor que aún no se
concretaba pero que llevaba encima como un peso creciente que condensaba sus
sueños felices de pasión y los desprecios infantiles de una mujer con rencor. Una vida de
pareja era lo que quería, en la que se cumpla la condición occidental de ser
fuente única de dicha; solo con su compañía y su amor sería completamente
feliz; perseverando así en la neurosis de la dependencia, totalmente encantado
por ser correspondido, justo por ella.
La risa puede definir el camino que tomará la relación cuando se trata a
una nueva amistad, así que la conversación se descansó en bromas de doble
sentido durante una caminata por el jirón de la unión compartiendo sobre sus
pasados amorosos de distintos continentes y de coincidentes desenlaces. La
escuchaba a medias mientras se prendía de sus ojos como de manzana Winter;
curioseaba dentro de su blusa ante el descuido cuando miraba a algún artista
callejero o atendía algún comentario imprudente de los transeúntes.
Notaba que la miraban y que no le querían lastimar, eran personas
amistosas que trataban de venderle sus baratijas. Podía entender lo que él
decía a pesar que no lo ordenaba bien; estaba buscando poca formalidad y
experiencias nuevas en este país del que tanto le habían hablado. Tampoco era
mala, solo estaba de paso y no le importaban nuestras reglas.
Me hubiese gustado mantenerme lejos y haber puesto en una
nota las cosas hermosas que me hiciste inspirar cuando me mentías...Era una mentira y la
condición de la felicidad solo con la presencia del ser amado también, ya lo
sabía; lo había vivido en carne propia y había envejecido un poco más con esa
ruptura; veía su vida como en una pendiente empinada de la que apenas se distingue
la silueta del pasado y lo hacía por su propio bien. El mismo había inclinado
el camino para que el amor no vuelva a encontrarlo porque ya sabía que eso no
servía. Ese pensamiento interrumpió su paseo y dejo de atenderla sin que se
diera cuenta; su español masticado narraba la llegada al aeropuerto y lo
difícil de encontrar algunas golosinas. Eran recuerdos de su anterior relación
en la que perdió la garantía y que marcó el azul final de ese año y a
menor escala del resto de tiempo. Sin poder encausar su cabeza de nuevo quiso
cubrir la embestida de su memoria con inmediatez irresponsable y le propuso tomar un vino.
A la salida del Queirolo estaban tomados de la mano y
por un reflejo casi instintivo miro hacia todas las direcciones para
cerciorarse de que nadie le estaba vigilando, quería estar completamente a
gusto para poder expresar lo que en ese momento sentía. La inadvertencia brinda
la libertad de comportarse como un salvaje, cumpliendo antojos repentinos
evitando los protocolos fríos y despiadados que disminuyen la energía cinética.
El lenguaje universal de la libido más el calor del vino hicieron que cada paso
les guie hacia un lecho cercano. Ella se dejó llevar porque quería lo mismo que
él en ese momento; acumular recuerdos que ayuden a asociar mejor las ciudades con
nombres de varones. Viajar ligera sin cosas que compliquen el trayecto, el
camino no tiene porqué enturbiarse con crueles despedidas.
Culmino un día grato de existencia dentro de un taxi camino a casa, con
una foto de ambos desnudos abrazándose y sonriendo en su teléfono. La vida
había cedido un poco con él antes de volver a incorporar sus leyes despiadadas, podía recordar algo dulce antes de dormir y recuperar el puesto que le
correspondía los lunes por la mañana. De nuevo en la lucha de mantenerse en sus
pensamientos, su posición de no aceptar aún la formalidad de un compromiso pero
si el cortejo. La vida laboral no solo es remunerada sino también erotizada.
Las cosas habían mejorado, surgieron algunas atenciones
directamente relacionadas con un romance: el hecho de quererse ver bonita para
él, querer pasarlo juntos en los días festivos y darle mucha importancia a la
comunicación que tenían orientaban la balanza
hacia un feliz desenlace. Las palabras dulces no se escatimaron y surgieron
como mala hierba en los terrenos baldíos. La mezcla del deseo de dominio con
mucha ternura hacía que ella tuviese por momentos compasión de ese pobre hombre
cegado por su necesidad y su corazón aún sin sanar. Ella podía amarle ya que
estaba a gusto con tantas consideraciones y podía ver dentro de él a alguien
transparente. Aunque no bastaba para convencerla del todo;
sirvió.
A pesar de tener su cooperación incierta y misteriosa, una extraña
desesperación se desarrollaba. Rehusaba los besos en la boca y tenía que
ajustar su cintura para poder calmar esa fuerza insignificante de menos de
sesenta kilos; esto no le dejaba tranquilo con sus deseos. Besos en la mejilla
y unas caricias en la espalda para mantenerse en ruedo pero el
pensamiento hilvanaba con el frío melancolías, la muerte mezcla sus
susurros con el viento y estira sus huesudas extremidades en la lluvia para
limpiarse en frente de uno la pestilencia. Accedía a sentarse en sus piernas y
podía oler su pelo, besarle el cuello, poner con disimulo y luego frescura la
palma de la mano en su culo sacando una sonrisa ante su osadía. Un gran avance
que él sabía que no significaba mucho sino la besaba en los labios, y era
precisamente eso lo que más le frustraba ¿Cómo podía dejarse tocar así y no
acceder a un beso limpio y directo en los labios? A esa danza de serpiente que
jugaban las lenguas en la complicidad del amor.
El tiempo transcurría lentamente y trataba de demostrar algo de orgullo
con el descuido de no comunicarse en días. Pronto las advertencias llegaron y
exigían la atención que acostumbran recibir cuando se encuentran galanteadas. ¿Era una demostración más de que ella correspondía a ese sentimiento que iba
creciendo dentro de él con la cautela de no poner todas las cartas sobre la
mesa o solo una afirmación más del ego? Un mordisco leve en el cuello para
marcar su territorio y un pequeño grito que le excitó imaginando el momento cuando al fin
la tendría para sí en privado, como la desnudaría lentamente y pondría besos en las partes cubiertas por el pudor, fortaleza contra
lo último de resistencia y gozar la derrota en sus piernas abiertas amándola
por siempre en ese instante. Pero fue otra noche más sin besos y sin
correspondencia, quería una vida junto a ella y nada funcionaba, comenzaba a
sentir algo en su sien, algo que no dolía pero incomodaba mucho, como un pedazo
de carne en las muelas que no se puede sacar, que prodiga sangre ante la
tozudez de escarbarle. ¿En qué estaba fallando? ¿Qué era lo que estaba haciendo
mal? ¿Acaso había perdido la gracia con ese sentimiento tan bastardo que le
había arrebatado prácticamente todo su futuro? Estaba condenado y aún no lo
comprendía… Detrás de todo podía aún ver su rostro nuevamente como
tantas veces en el pasado, aún imaginaba que podía despertar un domingo con
ella dormida a su lado para levantarse solapadamente e ir a la panadería y
sorprenderla. Pero no era así; nunca volvería a ser así.
Soportar el dolor con hidalguía y no quejarse, llevar los pensamientos
depresivos para la parte anterior de la mente y librar una batalla dulce hacia
la inmolación, encarar las malas noticias y las limitaciones con una calma
arrogante. Satirizar para hacer llevadero el claroscuro de no poseer lo que se
desea con intensidad. Filtrarlo todo como el relave del mineral; sin misericordia ni compasión,
consciente de que el camino al infinito se bifurca con la muerte. Caer
derrotado por el sueño es una pequeña parte de ese
desenlace. De repente en la mañana del sábado aún en su cama arropado
pero despierto, recibe un mensaje inquietante:
“Undress me slowly to make things sexier;
ripping our clothes off is hot sometimes, but what I really want is to be
unwrapped like a present, slowly and deliberately, and for my sexy lingerie to
be appreciated, because it’s all for you”.
Era una invitación a sus manos y antojos, sentía
en las vísceras una trifulca, la duda le invadía y como a un adicto en
abstinencia que duda en cometer nuevamente una locura, esa
sensación reconfortante que podía corromper la virtud más enraizada. El crimen cometido se disfruta con creces cuando no se es sospechoso
y aunque había ahora alguien que lo esperaba, aun no era nada y lo sería
todo. Ya había quedado con ella y no le iba a cancelar jamás en la vida. Iba a
ser suya y tenía que ser consecuente con ese amor que tanto prodigaba. Releyó
el mensaje y se quedó pensando en cómo aplazar el encuentro cuando recibió una
nueva alerta:
-Its just a joke :D …I read it on a magazine in the
morning. Don´t excite you please!!!...LOL :D
-jajaja...you´re so cute
-Well, just a little...may we take a lunch today? i
will goin to cuzco tomorrow
Ignoro el mensaje y salió sin rumbo, hasta cansarse y no poder darle
espacio a esa energía vital que dibujaba en su mente las curvas y los detalles
de su cuerpo, cada aroma y cada vestigio, los cabellos claros que encontró en su ropa interior al día
siguiente y la foto: el tiempo congelado para poder tener una chispa de lo que
fue, de lo bien que esta uno cuando es correspondido. Todo lo contrario con la
mujer que amaba con intensidad.
-Yo trato de ser mejor persona cuando estoy contigo…
-¿Entonces estas fingiendo?
-No, nada de eso…
Pero si era verdad, él fingía para poder brindar la tolerancia y el
rigor que tanto le costaba. La actitud de una niña y su terquedad, la envoltura
del miedo y las ganas de jugar que le irritaban. Cada señal de una posible
llegada terminaba siempre en un regreso sin el sabor de su
boca ni la sensación de sus caricias. Por momentos se rendía al vacío y procuraba una excusa elegante para embarcarle
e irse. Cuando sentía que ya no podía más y huía, ella se daba cuenta y se compadecía,
se sentía causante de un dolor y como cada dolor te hace responsable de la vida
que lo sufre no quiso darle olvido. Le daba pequeños detalles, ligeras
victorias. Los mejores momentos
eran cuando la tenía sentada en sus piernas, sintiendo su peso y su olor, la
resistencia protocolar y luego un abandono a su fuerza, como los animales que se
hincan cuando saben que pueden morir si dan batalla. El amor se volvía instinto y los dos se dedicaban
al otro. Fue así como logro contenerse lo
suficiente y lo obtuvo.
Le robo un beso de una forma tal que logro inquietarla y
sentirse obligada a devolvérselo, estaban en la bajada hacia la playa un día de
mitad de semana casi a las once pm. Nadie cerca en los alrededores y era ella
quien esta vez buscaba la inadvertencia y el comportamiento espontaneo para
brindar su boca y su cuerpo dócil para la conquista. Las manos
le recorrieron primero con prudencia y cuidado de a pocos hasta abarcarla toda; acariciarle, sentirla como solo lo había imaginado hasta ese
instante. Caminaba unos metros y no resistía el volver a tenerla muy cerca, como un tesoro invaluable que reclamaba ser mirado para saciar, toda la sed de
los besos y de la libertad de tocarle sin pudor.
No hicieron el amor, ni siquiera se lo propuso porque pensó
en todo lo que le había costado, lo especial que iba a ser cuando lo hagan, le demostraría que ella no había tomado la decisión incorrecta.
Una noche iluminada por las calles
de Pueblo Libre y los besos limpios de dudas que se daban en el taxi que
compartían. El momento llego y sus manos pudieron alcanzar la piel debajo de sus
interiores, sintió por el propio tacto la excitación que ella mantenía
cautiva. La humedad de sus entrañas volviéndose lluvia y sus manos cadenas que
no permitían que avance más hacia el núcleo de su alma. El reparo de
encontrarse en un taxi le devolvió la cautela y pudieron ovillarse tiernamente
las pocas cuadras que faltaban para llegar. Ella le dio un beso y se fue rápidamente
hacia su casa sin voltear a verle. Al llegar a su
casa se sintió tan rara que el golpe de la puerta la despertó, ya se dibujaba poco a poco una pesadilla. Un nuevo inicio para recibir
de nuevo mentiras y vivir sin certeza, una vida con
el gran costo de creer todo lo que él diga; lo piensa bien y recuerda
algunas cosas. Tal vez no valía la pena. Era mejor dormir pensó y envió un
mensaje de buenas noches al fin y al cabo por hoy fue suya.
El mensaje de buenas noches llego cuando se encontraba llegando a casa relamiendo sus labios recordando
aquellos momentos; lo que tanto esperaba se le había otorgado. Una nueva
oportunidad para comenzar una vida con alguien, para cumplir las metas
y afrontar sacrificios por mantener la comodidad de un espacio para los dos, de
hacerse más fuerte porque se podía confiar en alguien más que uno mismo. Un
paso más allá para la madurez de la monogamia y la ilusión pasajera de una vida
junto al otro por el resto que le quedaba. Las mujeres no dejarán de nacer pero
era algo que ya no le preocupaba en lo absoluto. El haberse decidido por ella y
no por la gringa, solo una noche no hace una vida se decía sentado en su cama
mientras pensaba en beber y salir a buscar alguien para celebrar. Abandono la idea y se recostó en su
cama a recordar cada segundo en que pudo sentirla, el sabor de su boca, el calor de su piel, como iban a ser felices los dos dándose los buenos
días. Poco a poco el cielo se fue llevando su vida hasta un punto muerto en
donde nadie le interrumpió esa madrugada.
Despertó
descansado y completamente listo para esa mañana. Se estiro y alcanzó su
celular, tenía que revisar un mensaje que había llegado en la madrugada:
“No quiero que gastes, inviertas tu tiempo
como lo quieras llamar...me junto contigo porque me caes bien y tenemos cosas
en común...no quiero darte esperanzas...es mejor alejarme”.
Se dieron las cosas de forma brusca y desagradable hasta que él pudo al fin aceptar que todo había sido solo otra mentira. Lo mejor siempre esta por llegar.