Ser un parásito, vivir de forma tranquila debido al esfuerzo de otro...todos ya hemos sentido esa sensación cuando niños y poco a poco dejamos de disfrutarlo. Pero algunos no dejan de ser niños y simbólicamente mantienen la actitud de huésped dañino en nuevos ambientes. Reclamar por la injusticia que se ha instaurado de forma mercenaria, sin ninguna fijación ética siempre es una opción tentadora que esta muy bien protegida cuando los intereses son compartidos con las franquicias sin embargo esto no ocurre cuando es un ciudadano común, son llamados terroristas y se les extermina como una plaga de forma certera y silenciosa. Se ha normalizado que muchos sufran para que unos pocos tengan el derroche al que vienen acostumbrados por varias generaciones, está totalmente aceptado y funciona como estimulo de superación para la mayoría de personas que ven disminuida su ración de dignidad año tras año. Los niveles tan bien marcados en los que cada ciudadano se puede desenvolver debido a su condición social y su poder adquisitivo son cuestiones asumidas como irremediables hace tanto tiempo, como para que sea un reflejo adquirido o este camino a serlo. El olor a pobreza que define para algunas personas la decisión de acercamiento es tan notorio e inocente que comparte una historia ajena en cada interrupción que comete, la distribución nunca ha sido justa y eso no importa si quieres vivir bien. El olor no se va con una ducha o con ropa nueva, lo he sentido y lo he emanado...es casi imperceptible mientras sigas en el mismo escalón mas cerca de las sombras que del brillante sol. Siempre es ofensivo ser excluido, siempre los pobres tenemos la culpa de la falta de pureza en el aire y es nuestra la contaminación que debemos tolerar con la precariedad de nuestras viviendas no preparadas para inundaciones o climas extremos.
Un poco de sangre ajena intenta hacer justicia y cambia la historia de forma radical, es la única utilidad que tienen las explosiones de ira en personas que llevan soportando durante años como se les priva de lo que abunda, cometer actos exacerbados y determinantes en los cambios sociales. El pobre siempre estalla de forma mas espectacular y así condena a una generación más a soportar la misma condición al mismo tiempo que entretiene al rico con su tragedia tan disparatada e irreal.