Amada Misaki
No puedo soportar el hecho de no estar cerca de ti, que no pueda tocarte y que tú no me toques, pronto acabará mi tolerancia y podré estar cerca para despedirme. Es una monada del gobierno que nos prohíban interactuar y pongan de excusa un virus inexistente. Pronto cuando la manada se entere que seguía una mentira buscarán un mesías para seguir órdenes nuevas dentro de un mundo mejor ¿Es ese entonces el destino del hombre? Un espacio árido dentro de un gran globo terráqueo diseñado por caucásicos con una ruta definida para traficar. El horizonte serpentea con incertidumbre muy cerca de un lugar donde hay que tener mucho dinero para sobrevivir.
La televisión sigue desviando las miradas y a medida que van cediendo en el espectáculo decadente del voyeur, el automatismo posee los espíritus de todos. El modo avión es la manera de vivir después de los 2010 y como corresponde a cada independencia hay una minoría que aprovechó y se afianzó disfrutando como mataban a los poetas y a los rebeldes en falsas proezas de adicción y malevolencia erótica. Está todo diseñado para que se desprecie la valentía y se homologuen los hombres en una obediencia ciega hacia la informática. Debemos algo de lo nuestro a la tierra originaria pero eso es solo demagogia cuando la comunicación ya no utiliza el olfato. La independencia de la razón y del instinto ya no se hace con bisturís o electroshocks sino que es auspiciada por las propias víctimas en su sistema de educación y en la comida que eligen consumir.
La tecnología ha atrapado todo menos mi corazón Misaki, aun mantengo la antigua forma de amar y no puedo estar lejos de ti sin sentirte; sin querer ser un hombre tradicional con una mujer de la mano para defender y cuidar. Ahora que mi destino es el exilio y me han dado oportunidad de preparar mis cosas huiré al monte a encontrarme con mi padre. Sé lo que me espera cuando descubran que nunca seguí sus protocolos y preferí respetar el juramento a la vida de mis pacientes y de cualquiera de los que atendí. No les daré el gusto de verme morir ni de siquiera responder una sola de sus preguntas intimidantes. Por siempre tuyo, incluso en el otro lado.
Dr. Ōyama Yukio