Quiero follarte. Nunca te lo he dicho ni creo haberle dicho eso a nadie, es un sentimiento que va mas allá de mi razón. En el esmero de poseer la carne hay otro tiempo y es necesaria la paciencia como arma inexorable. Las mañanas son una coincidencia y recibimos la imagen de cada uno viniendo de casa. Tenemos cuarenta y cinco minutos para examinarnos e ignorarnos día tras día en el transporte público. La belleza es siniestra cuando le sumas la vanidad de poseerla.
Las imágenes de tu sometimiento son resplandecientes y poco definidas como para ser descritas, es algo que entra a escondidas en mi mente, un secuestro de la conciencia. En estos tiempos de mascarillas y protectores faciales las miradas y la fuerza que pueden transmitir se han vuelto muy importantes; la sensualidad y la fortaleza pueden expresarse sin palabras. Hoy una policía que comandaba el trafico dirigió su mirada con tamaña intensidad que pudo trasegar las mentes.
Intento mantener la calma ante el impulso de cometer el acto inapropiado de abordarte en tiempos de Covid. Para las personas con ese mameluco antibacterial de un color entero la importancia del vestir ha pasado a segundo plano; viven con miedo y sin ganas de aparearse. Todos hemos tenido por momentos la real certeza de que comparten nuestra curiosidad cuando entramos en el juego de las miradas.
Quiero follarte y despeinarte totalmente, no tener la paciencia que tengo cuando te veo en las mañanas ni tampoco el respeto para contemplarte, quiero perder el control y profanarte como una bestia salvaje, como un hombre que no ha salido en mucho tiempo de su celda. No quiero que imagines nada para que todo sea una sorpresa y puedas quedar en estado de gracia. El mundo al que te aferras es una privación del delirio.
Manantiales de sudor en un Buscama, ciento ochenta grados de reclinación. Es repentino pero sueño contigo mientras viajo, hemos conversado sobre la cura que esta en tus labios, sobre el estilo felino de tus botas, la minifalda negra y como lo inoportuno a veces cambia el mundo. Tu boca se unió a la mía y empezamos a envolvernos. Cayeron algunos cabellos en el forcejeo, un grito de bienvenida en tu vientre y todo se volvió infinito.
Desperté en un momento muy conveniente totalmente despojado de mi energía sexual, robada hace instantes por un súcubo de la localidad. Recordé todo, tus senos de copa de vino, tu gesto de sorpresa, tus ojos que no dudaba en retarme... miraba la ventana y las montañas nevadas como piel en un paisaje que se convertía kilometro a kilometro en ti. No se en que momento decidí prender la Tablet.
“Trabajemos juntos para superar la peor crisis de salud y económica del siglo. Así como confiamos en la buena voluntad de ustedes, tengan la confianza de que en el Gobierno estamos trabajando con honestidad, haciendo nuestro mejor esfuerzo, poniendo todo lo que tenemos al servicio de ustedes...”
El presidente Sagasti había mandando de nuevo a cuarentena y la población estaba harta de tanta contención social. El regreso a Lima era libre, sin trafico y tardo menos de lo que usualmente. Mis documentos me permitían transitar libremente y pude pedir un taxi vía aplicación cuando llegue al terminal. Las calles y avenidas seguían libres y muy poca gente circulaba sin paranoia.
La ciudad opto por dos pretextos que le acompañaran tiempo después de terminada la cuarentena y la vacunación masiva a la que fue obligada; la bicicleta y los perros. Ambos pretextos para desplazarse libremente ante la autoridad. La primera como medida vintage y saludable ante el creciente tráfico y el oportuno desarrollo de distintas ciclovías. El limeño perdía demasiado tiempo en los semáforos.
El perro sirvió para socializar, cada vez se humanizo más y se crearon grupos con gustos excéntrico que compartían su interés por remplazar a los hijos biológicos. Ya el fiel guardián se ha convertido en un insignificante rastro de ferocidad y mal carácter en un tamaño irrisorio. Pero a veces no hay ninguna razón para el animal o el ser humano que les obligue a volver a casa y compartían su sentir.
En cualquiera de los casos no coincidía contigo. No podía encontrar porque no sabia donde buscar, trataba de rastrear inútilmente cualquier posible dirección que me lleve a tu radio. El sol o la luna en mi búsqueda sin éxito observaban como regresaba solo con mi perro a visitar las calles sin miedo, a ver si estabas entre la gente que me iba encontrando. El perro guiaba porque me entendía sin ser hombre.
Quiero follarte y solo espero volver a verte cuando regrese a mi antiguo horario. Necesito darle un cuerpo al peligro y sucumbir a lo que en verdad es mi propia cacería; sé que la fuerza de mis pensamientos dará la forma necesaria al espacio tiempo para que aparezcas, solo quisiera que sea en la situación adecuada. Podamos tener un instante de sintonía y nos perdamos de todo lo demás.
Quisiera follarte porque me siento solo y no tengo a nadie que se de cuenta de ello. Se que es saludable aprovechar la energía sexual en labores físicas e intelectuales pero quiero tocarte y dejar en ti toda la potencia de mis angustias y mis rutinas de entrenamiento. Ya no quiero sublimar ni mantener la honorabilidad cuando el tiempo se me acaba y jamás sentí la pasión correspondida.