lunes, 14 de julio de 2008

El Suicidio de Cuasimodo

Ahora que lo pienso en verdad yo nunca me he sentido enteramente feliz en la vida. No por no haber logrado metas propuestas sino por una continua carga negativa interna. Siempre se apodera de mi al final de los días una sensación incomoda de que estoy haciendo las cosas mal y que debería dejar de ser lo que he sido. Me intriga a veces las reacciones que suelen acontecer seguidas de mi presencia y muchas veces me perturban. Me hacen sentir que soy innecesario e incluso incomodo, tanto al trato como a la vista. Algo en mi me recuerda siempre que soy feo. También me lo han dicho los demás; que siempre han usado ese modo de burla contra mi cuando me he mantenido huraño, o cuando he sido elegido para el desfogue de algún reprimido. A veces lo entiendo y lo dejo pasar, a veces me atormenta en silencio y me hace huir de todos, nunca de mi mismo, a veces me hace sentir rabia y deseos de reaccionar con brutalidad y demostrar que mediante el golpe o la pelea seré al fin respetado. Hay un problema, no estoy muy instruido en el arte del combate y esto también me causa molestia. Seria cuesto de entrenarme, seria cuestión de dejar de ser yo. A veces me quiebra y me hace darme cuenta que nunca seré otro y siempre podrán usar eso contra mi.
Nunca, además de todos los sinsabores que he tenido, he vivido momentos plenos de tranquilidad. Siempre agobiado por algo desde pequeño. Seguro debí corromperme con mis padres. Mi madre es la persona más ejemplar de la casa junto a mi hermana, que fuera de los defectos naturales que tiene todo ser humano ha sabido enseñarme una perseverancia y un deseo de superación sin igual. Las mujeres siempre saben justificarse ante la desgracia. Nunca tuve, en cambio, un ejemplar modelo paterno, pues mi padre desde que yo recuerde le vi ebrio y haciendo tonterías. Tonterías que yo he cometido, aun peores, incluso cosas que me causan vergüenza recordar, cosas que me hacen amarga la existencia.
Yo he caído en el vicio de la manera más vulgar y decidida. Recaía y recaía y no podía disfrutar de la adicción porque nunca me sentía totalmente satisfecho conmigo mismo. Siempre dudaba del placer y me atormentaba con paranoicos pensamientos que a veces eran tan evidentes que hacían de mí un buen chivo expiatorio, hacia todo ese despilfarro de tiempo y no conseguí nunca estar bien. Ahora lejos de esos días enganchados ya me siento más libre de cosas externas pero sigo atado a un ancla invisible que sujeta con fuerza mi alma. El alcohol siempre hace regresar a mi el pensamiento autodestructivo que otrora me dominaba. Algunas veces gana la batalla y me hace cometer errores que pago con malestar físico, ocio y culpa. No se que ocurre conmigo cuando comienzo a beber pero unos cuantos tragos y ya no quiero detenerme y el cigarrillo que siempre quiero dejar y siempre quiero aspirar mientras bebo más y más. Me deja de importar el mañana y el dinero que tengo que racionar. He regresado a mi casa muchas veces zigzagueando y de frente a vomitar causándoles incomodidad a mis padres, vergüenza ajena y sentimiento de culpa seguramente. La gente me conoce más por aquellas cosas que pasan en las borracheras que en la vida real y es que en la vida real no soy nadie sobresaliente. No tengo empleo y sigo con la misma ropa de la antigua temporada. No voy a las fiestas o discotecas de turno ni soy mujeriego o adinerado, soy más bien alguien que siempre pasa inadvertido, cuando tengo suerte, porque a veces hay discordancia con el lugar en el que me encuentro y la gente que me rodea. Fácilmente se me distingue y diferencia de los demás ya sea por la ropa o la apariencia. Es algo que tengo muy claro y que al principio me causaba una muy profunda sensación de no pertenencia u outsider, pero me di cuenta que esto corresponde a normas tácitas de urbanidad. No siempre se tiene que ser tan casual en el vestir sobre todo si se carece de gracia o delicadeza en la fisonomía. Algunas veces la norma no obedece a ese patrón pues me he encontrado en grupos del lado de la mayoría excluyendo yo a otros pero esto era por motivos de conducta o sapiencia más que de apariencia. Uno siente de forma nítida la sensación de exclusión y nadie quiere ayudarte en ese momento. Quieres huir.
Aparte de esa condición constante de fealdad siempre me las he arreglado como para ganarme vergüenzas con gente que no tenia por que ser victima de mis estupideces. Siempre he logrado hacer quedar en ridículo a los demás con mi propia miseria. He sido alguien fácil de señalar y he hecho constante gala de patanería en la mayoría de las más destructivas faenas, dando pie al comentario y al irrespeto. He pagado alto el precio de aquellos tropiezos y sin embargo mi episódica tranquilidad daba paso a otro desatino. Como es lógico la soledad no se hizo esperar y mi aislamiento de las fiestas y las reuniones se mantuvo hasta ahora. Pero en parte ha sido una soledad voluntaria. Nunca he sido atacado en soledad pues he estado protegido por mi propia tristeza. Aparte de eso siempre me ha malhumorado mi falta de bonanza familiar. Nunca gocé de lo que en todas las familias llaman época dorada. Nací cuando todo se estaba derrumbando y cuando las riñas y el llanto eran rutina. Me hice un llorón. Acepte la tragedia sin quejarme, represente bien mi papel y nunca pude cambiarlo. No tuve una escolaridad continua sino más bien cambiante debido al decaimiento vertiginoso de la economía familiar por aquel entonces, comenzando en un colegio y terminando en otro la primaria, al igual que la secundaria. Extrañaba mucho a mis amigos y nunca acepte en verdad la separación. Me sentí muy mal cuando por fin lo tuve que tragar pero como siempre se apagaron las llamas y vino una penitente calma. Ahora que ha concluido mi etapa universitaria logro encontrar una similitud con la escolar. Tampoco acabe con mi promoción y cometí errores con mi inexperiencia. Atormente a una pobre chica y nunca supe utilizar la suerte, nunca aproveche tampoco el tiempo y lo malgaste en muchas recaídas y malos ejemplos y lo hice en la cara de todos mis compañeros sin importarme el futuro ni la decencia. Ahora que han pasado ya muchos años de mi nacimiento, (24 con 10 meses), siento los mismos deseos de morir que tenia cuando era un chiquillo. La vida me parece una lucha constante que me ha dado la primera bala mucho antes de nacer. Hubo entre tantas borracheras de amanecida quien me dijo ¿Por qué yo y no tu? Creía que Dios se la había ensañado con él y yo no sabía como refutarlo...No sabia si en verdad lo que decía era incorrecto. Su vida, me contaba, había sido un camino de sinsabores y errores en un barrio marginal de Lima, tenía 4 internamientos en correccionales para menores de edad, abandonado por su padre que le dejo a él y a su hermano dos años mayor junto a su madre en desamparo total. Además me confeso que había apuñalado y que no sabía si el sujeto murió. En la actualidad tiene un trabajo honrado y vive con su madre. Me sentí obsoleto. Vació ante una verdadera lucha en desventaja que el lograba seguir con mucho esfuerzo.
Recuerdos gratos que he tenido han sido pocos en verdad y en su mayoría se remontan a un pasado cada vez más lejano. La relación que en la actualidad tengo con mi mujer es una de las cosas que más me reconforta en la vida, y sin embargo se que no es una razón para justificar mi existencia. ¿Pero, ahora que lo pienso, por qué no? Me cuesta mucho encontrar una razón más valiosa para levantarme y enfrentar la realidad que mi mujer. Verla, oírla, escucharla, tocarla y ser del sueño que ella vive y me hace vivir, pero escribiéndolo me sentí tan mediocre. Sabemos que el amor no basta y que para que no se instale la rutina hace falta dinero y yo nunca he tenido solvencia más que de una forma limitada. Mis padres como ya lo dije comenzaron una etapa de austeridad progresiva a la par con mi nacimiento y no goce de lo que otros chicos hacen alarde. No lo sentí mucho gracias a algunos amigos que me enseñaron la nobleza y la ironía con lo que se me facilitaron las cosas y me tuve algunas herramientas de supervivencia. De grande he malgastado mis pequeños sueldos que obtenía de trabajos casuales y aprovechaba muy poco la plata. Aprendí a desenvolverme con una mujer muy tarde en la intimidad y un poco más tarde en la vida social. Me encontré con nuevos gastos a la par de los buenos momentos que puede causar la compañía femenina. Me auto engañaba a veces de que el amor por alguna pobre chica, que tenía el atrevimiento de fijarse en mi, iba a ser la salida a todo mi sufrimiento pero no lo ha sido hasta ahora. Tengo pocos buenos recuerdos con damas de belleza innegable, algunos son recuerdos de cosas no culminadas, desaprovechadas por completo y rápidamente tornan de buenos en malos recuerdos, pero son solo algunos. Yo le debo mucho al azar esas victorias, ya que cuando me lo he propuesto solo he podido ligar mujeres de escasa elegancia. Sin embargo ahora tengo una muy linda y hace poco he recibido mensaje de otra, que no esta nada mal, incitándome al encuentro. Una de las sensaciones más liberadoras apareció en mi vida con el sexo pero de inmediato me di cuenta que no era fácil obtenerlo y menos para alguien que carece de beldad. Debo agradecer cada relación sexual que logro tener con el mayo esfuerzo posible para complacer a la mujer que me lo esta dando (Si es así y la haces llegar siempre querrá repetir la experiencia).
He tenido empleos mediocres y en ninguno me he mantenido por años. El dinero que he ganado fácilmente lo gastaba y nunca fue suficiente como para darme lujos. Ahora que me encuentro sin un trabajo me falta el dinero para todo. No puedo ir a fiestas, ni a discotecas, ni llevar a mi mujer a buenos lugares, no puedo tampoco hacerle regalos costosos ni reventarle el celular con llamada tras llamada pues rara vez tengo saldo. Sin embargo hago todo lo posible en mis condiciones para hacerla sentir querida y ella sabe como hacerme sentir bien. Pero cuando me quedo solo regreso a mi incomodidad por lo cual he llegado a la decisión de acabar con mi vida.
No quiero que nadie se culpe por esta decisión. Si bien he señalado razones muy puntuales de mi sentimiento de inferioridad nadie es directamente culpable de mi ruina. Tengo lo que algunos quieren y lo que otros detestarían, y así en lo que respecta a mi experiencia de vida, que no es poca, es como somos todos los seres humanos. Era cuestión de tiempo como para que caiga en la trampa que me puse yo mismo al seguir por el camino de la destrucción. Siempre pensé con un poco de romanticismo cuando elegí ese sendero pero no hay nada de eso en el exceso. Lo que pocos logran entender es que el vicio y la facilidad con la que llegan los placeres mundanos cuando se les elige son solo un espejismo. Nada es real si no se le vive con total lucidez. Lo único verdadero son los errores que uno comete, pues de ellos se tiene prueba al despertar. Tampoco quiero que se culpen a mis padres ni a mi familia, pues nadie es responsable de los actos o de la vida que se lleva más que la propia persona. Yo elegí la forma en que viví pero no elegí vivir.
A medida que iba creciendo y que mi vida se enfrentaba cada vez más a diario con la crudeza de la realidad fui entendiendo que nadie es como los demás y que cada hombre es un mundo subjetivo diferente al de cada uno de sus hermanos. En mis manos se encuentra la única salida a todo esto y quiero que los que me conocieron y amaron sean felices en mi ausencia. Estoy seguro que lo serán pues yo lo fui cuando les tuve. Cuando me enseñaron a ser menos yo y más como el resto, a querer las horas que pasaba con ellos y valorar los segundos de amor que tiene el silencio. A ti mi amor que nunca dudaste de mi ni cuando me encontraba en lo mas hondo y que me amaste a pesar de lo que te advertían, quiero devolverte tu libertad y tu vida que será mucho más valiosa sin mí, quiero demostrarte que siempre te ame porque deseo que disfrutes de lo que yo no puedo darte y deseo que vivas como lo mereces. A ti madre mía que nunca dejaste de apoyarme ni de darme tu calor fuiste la más dulce forma en que Dios vino a saludarme, nunca creas que fallaste porque nadie falla cuando ama como tu me amaste.
Deseo en verdad que todos disfruten de la vida pues es para eso y nada más. Agradezco, aunque suene contradictorio, a Dios y a mis padres por cada minuto que me toco vivir y por este cuerpo que encontraron frío y sin respirar. Adiós mamá, adiós papá, hermanos y amigos. Adiós mi amor, nunca me he sentido mejor que ahora, al recordar que fuiste tú con quien logre encontrar lo que tanto buscaba. La paz.

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