La Señora Beba es siempre bien atendida por Dora, es su posesión y la herencia de una pasado elitista que ya se esfumo. La decadencia de la clase media en América tuvo siempre matices similares; las malas decisiones, las crisis políticas, la opulencia innecesaria, las empleadas domesticas llegan a tener un vinculo muy cercano con algunos miembros de la familia sin olvidar la jerarquía. La dependencia de la señora con Dora para lograr los objetivos de un departamento sin hijos ni marido parece infame pero bastante creíble en la sociedad moderna.
Es el momento en que el licor habla y logras retratar lo bajo que has caído es cuando se rompen las cosas para llamar al silencio. Para no romper un diente o una cabeza con un escobazo mejor romper una taza o un vaso viejo. Las cosas continúan manteniéndose así para algunas personas, no somos lo que fuimos ni volveremos a serlo. Algunos se quedan estancados en ese recuerdo y otros se reinventan dando una versión de si mismos. La señora Beba no pudo y no puede porque sigue viviendo una ficción en la ficción. Doblemente irreal pero completamente creíble.
Es mejor pagar las deudas y aceptar que ya todo esta perdido, así uno puede recuperarse tranquilamente sin guardar las apariencias. Pero para muchas personas no es tan fácil seguir esa lógica y la fantasía es un escape de esa realidad tan incomoda de vivir. Es más fácil cuando tienes gente que logra ser contención para esos pensamientos desubicados, personas que conocen la historia y lo que se tuvo algún día, lo que se compartió. Los que nacen ricos no saben mantener la riqueza pero si a los familiares y amistades manipulables.
La ruina llega y se trata de negar, se llora, se maldice pero ya está, ya toco la puerta y poco a poco inunda la casa para que salgas de ella y dejes la vida que vivías a escondidas. Todo lo que sube tiene que bajar y las cosas que amas un día se irán o como a mi, te pedirá amablemente que no vuelvas más. Solo queda afrontar de nuevo la nueva realidad con un mate y una poco de barro en la cara.
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