Justo cuando mi vida era lo suficientemente patética como para colgarme de las vigas de mi casa contemple algo grotesco. En la calle tirado yacia un joven de unos 20 o 23 años convulsionando, de lejos parecía un borracho más de los que abundan en mi barrio de sector c. Estaba con ropa limpia pero tenia la cara llena de cortes propios de personas con continuos desvanecimientos; lo socorrí, me posé ante él y pude ver que tenia colgado una pequeña cartuchera con sus recetas, pastillas y algunos documentos que lo identificaban: Jean Paul, epilepsia. Convulsionaba y la gente pasaba, se acercaba. Un pañuelo en la boca para que no se muerda la lengua, no tengo puta madre...pero tengo mucho papel higienico que me robo de mi chamba, sirve igual. Se lo puse entre los dientes, unos dientes casi destruidos e inexistentes...Tranquilo Jean Paul, tranquilo. La reacción del joven demoraba y el ataque se hacía más intenso, una señora al percatarse de lo que sucedía saco de su casa un pañuelo con alcohol y se lo hizo oler. Reacciona Jean Paul...Tranquilo.
Al recobrar la conciencia unos minutos despues de ser socorrido y luego de ya haber despertado el interes de varios curiosos, pregunto por su bolsa de caramelos; como si todo hubiera sido solo una introducción para poder tener compradores dispuestos, los bomberos habían llegado a socorrerle y se lo llevaron en su gran coche rojo. Nadie quedo de los curiosos, nada quedó del pobre Jean Paul que confeso estar solo; pagarse con lo de los caramelos sus medicinas y encima tener que ayudar en su casa que era muy pobre. Llegue a mi cama confundido, me dio verguenza suicidarme. Dios tiene la manera más fina de burlarse de la vida, me enseñó que los problemas que me acongojan no son nada en la inmensidad del mar de la tristeza, mar que algunos cruzan a diario, yendo y viniendo, porque sus casas estan en una isla al medio. Jean Paul se convirtio en el angel que no iba a dejar que me matara, sostuve sus brazos y su cuerpo temblaba vida y enfermedad. Todo esta roto en el mundo y nada se zurcira solo. La eternidad se cayó y de las astillas que quedaron fueron hechos los caminos por los que andamos.
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