Querida L
Te fuiste y avisaste, explicaste él porque nunca seriamos una realidad y tantas cosas vividas y compartidas solo fueron un sueño de metal. Yo sabía que llegaría el día en el que te pondrías seria y terminarías el juego que ambos teníamos, sabía también cómo vivías lo nuestro y hasta qué punto te dejabas llevar haciéndome creer que tenía el control. Igual me encantaba tu compañía, que me esperases y que yo te esperara, el saber que confiábamos entre nosotros y podíamos decir lo que a nadie se le decía, tan sin editar. Pasó y ahora estoy aprendiendo a no pensarte, a fortalecer el mecanicismo del mundo y olvidarme que tengo un cactus en el pecho que necesita agua.
Desde que todo amanece en mi ciudad, las mismas caras y las mismas rutas hacen que me sienta desahuciado de novedades, el cambio que añoro no viene con bombos y platillos sino que recorre una inmensa entrada de cemento, fría y lisa. Me estorba la paciencia de los demás y la carretera siempre nos gana un retraso, una simbólica y pequeña pérdida de tiempo. Cuando lo supe espere en vano, solo por el hecho de esperar. Durante esto, las risas siempre se diluían en un recuerdo tuyo, como si mi pensamiento se atorara con un mechón de tu pelo y te jalase sin querer. Y llegaba a ti, a tus calles y las tiendas donde solo iba contigo, al río, a tus piernas; irrepetible conjunto de eventos que venían arrastrados también por tu pelo junto a tu compañía, grata siempre, agridulce al final. Irreparablemente la marea lo botaba todo a la orilla. Después de eso deje de esperar y lo confronte, sabía que si cogías las maletas ya era por algo. Ya no era una amenaza solamente, ahora me encontraba en la situación que tanto temía, y por primera vez tuve que pensar realmente sin el apoyo de tus ojos en mi interior, sabiendo verídicamente que ya no estabas ni estarías a mi lado. No necesito a nadie para vivir, me decía antes, después decía unas van otras vienen y ahora que paso esto entre nosotros, me dije: Puta madre; ¿qué voy a hacer sin ti? Pero ya paso casi un mes. Hay tantas cosas que me quede sin decirte, tantas veces que quedaron pendientes para conocer tal o cual lugar, visitar a fulano, tomarnos aquel trago de año nuevo juntos, tantas líneas paralelas que no tienen ninguna conexión con el tiempo real, tanto supuesto dolor ahorrado en bien de la relación y de la honestidad entre nosotros. Lo hiciste porque no querías lastimarme alimentando una ilusión pero la ilusión era lo que en realidad me alimentaba muchas veces. Repetitivamente cada entrega de sentimientos termina en un retorno a la soltería, nuevamente al ruedo sin ganas de nada; solo deseando que mañana sea ayer cuando te tenía a mi lado. Me despido por última vez y no puedo negar lo que siento por ti, solo tienes que avisarme y yo estaré donde siempre, esperándote. Por favor no me dejes.
Con Amor G.H.K
Hola
Si lees esto en el momento que yo espero que lo hagas debes de estar delante de mi nicho. ¿Qué te parece? Me mande a hacer una pequeña macetita para que mi mujer y mis hijos me dejen flores. Diles que estoy bien y que se cuiden mucho, que los quiero. El motivo por el cual te he escrito y he hecho todo esto es porque no me quería ir sin decirte la verdad; te he amado por 38 años y nunca te lo dije. He guardado esta carta que escribí en el mes que nos separamos. Sabía que cuando me iba a ir tú vendrías a verme así que le dije a mi nieto que te la trajese cuando estés delante de mí, ese es Joaquín, el quinto de ocho nietos en total que tengo. Lleve una vida tranquila y creo que me he portado bien pero si algo me ha faltado es la completa felicidad que solo me dabas tú. Si todo esto te hace cambiar de parecer puedes venir a visitarme. Siempre voy a esperar por ti. Te amo L, siempre.
Con amor G.H.K