martes, 27 de noviembre de 2012

La Pluma



"...yo no hablo de venganzas ni de perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón" Era una frase que Guillermo se repetía constantemente mientras revisaba a Borges y a Kundera de una manera frenética y casi enfermiza, intentando encontrar una fórmula racionalmente aceptable, como si buscara un alivio espiritual dentro de mentes tan grandes pero a la vez tan cercanas a lo que el sentía; el olvido. ¿Cómo definir el olvido?, ¿Cómo interiorizarlo a la vida de un simple mortal? Pese a la frase de Borges para Guillermo este nunca había llegado a brindar lo que el buscaba. El noble argentino había podido captar la miseria del no-olvido, del recuerdo perpetuo, de Funes el memorioso y sus idiomas, sus sistemas de cuentas, de cada segundo tallado en su mente y lo que este significaba. Borges lo tentaba a sus laberintos, a sus destinos tortuosos pero inevitables, a sus ruinas circulares plagadas de dioses paganos a los que Guillermo rendía culto pero también odiaba embriagado de existencia y desnudo en su azotea tentando la muerte."Quizá solo sea el sueño de alguien" pensaba mientras caminaba en las fronteras de la oscuridad y sus incomprendida existencia.

Sin embrago en Kundera encontraba una abrigadora calma que por momentos se parecía a la esperanza, entendía que para el checo el olvido es una forma de exiliar la memoria, es exiliarse a si mismo del deber ser hacia lo que se quiere ser, no huir sino atreverse a reinventarse. Siempre que revisaba a Kundera le era imposible no remontarse a Europa del Este donde el partido lo había prohibido todo menos el sexo. Ese mismo sexo que a el lo mantenía vivo y latiendo así como late el corazón aunque no lo queramos "diástole-sístole", "entrar-salir" dos movimientos mecánicos e involuntarios pero sin los cuales la vida se acaba. Pero había algo que no encontraba en ninguno de los dos, la forma de olvidar, sentía que ambos pensadores le decían que tenía que hacerlo, en sus sueños hablaba con ellos sentados tomándose un ron en un parque que le gustaba y en sus sueños Kundera lo abofeteaba mientras Borges se reía de el pero ambos a su manera le exigían que olvide.

Un recuerdo es un acontecimiento en el tiempo cargado de un sentimiento relativo a cada persona, los acontecimientos son incontrolables pero; ¿Qué hay de la carga sentimental? ¿Es qué también son inevitables? ¿Acaso podemos evitar querer a nuestra madre para evitar sufrir cuando se vaya? Agazapado en su azotea Guillermo pensaba y deseaba huir, evitaba mirar a la izquierda porque sentía a Borges y en la derecha a Kundera, ese noche se mantuvo consiente solo se rindió ante el inevitable sueño de tanto pensar. Esa noche soñó que estaba frente a Osiris y su mítica balanza, estaba desnudo y pintado de verde, busco a Borges y Kundera pero no había más que oscuridad, lentamente Osiris estiro su mano y desgarro su pecho, saco un corazón marchito y pequeño, vio como el Dios sonreía y puso su corazón en la balanza donde ya estaba la pluma, la balanza ni se movió y el Dios reía a carcajadas. Guillermo lo vio, lo odio y tomo la pluma, el Egipcio lo miro con asombro, con miedo, "A mí nadie me caga hijo de puta" le decía Guillermo mientras metía la pluma en el agujero en su pecho y ahora el reía a carcajadas. Vio al dios desaparecer maldiciendo en lengua muerta, moviendo su brazo y mirando con odio. Al despertar vio a su padre; "tu madre ha muerto" le dijo. "¡Entiérrala pues huevón!" respondió.





El anterior relato es de autoría de un amigo de Gonzalo Gozza.

Bunbury

Una Crush en la mano en un instituto aburrido, de una ciudad aburrida, donde llevaba una clase aburrida tratando de entender a Bunbury y su llamado a la "incordancia". "¿Qué quiso decir este hijo de puta?" pensaba. Para crecer hay que romperlo todo, si no te quedas estancado en lo que otros crearon: en la inconformidad de tus padres, en la mediocridad de tus profesores, en la forma miedosa en que tus amigos conocieron a sus parejas, etc. Se sentía desdichado porque pese a que lo entendía no sabía cómo romperlo todo, el todo parecía irrompible o peor aún que al romperlo no quedaba nada. En su mente perturbada no entendía que ese nada era algo que podía ser el todo.


Había una luz muy en el fondo que se había vuelto mas clara. Su trabajo le había permitido ver parte del mundo, no era tan difícil salir, pensaba. Trabajar afuera, ganar dinero, tener conocimiento, todo eso le parecía factible pero había algo que no solo dependía de él y era encontrar una mujer, lo que no tenia relación de cuánto estudies o cuan bueno seas. Las mujeres eran para Guillermo incomprensibles en sus gustos, tontas para dar respuesta, conservadoras en la cama pero... ¿Qué hacer con eso?¿Cómo romper con esa tara que parecía indestructible? En esos momentos recordaba a una meiga gallega que un día se cruzó en su camino, le hablo de Kundera y le canto en gallego. Esos recuerdos eran los que más le entristecían. ¿Por qué no viajas? Le decía su camarada Gonzza y  daba excusas. En el fondo sabía que ella ya no lo quería, que como toda meiga dejan un maleficio que carcome el alma y rinde al corazón, ya no había en ella nada más que intentar, nada más que quiera arriesgar.

Ese sábado en el recreo de esa clase aburrida de un instituto aburrido de una ciudad aburrida había una actividad; el paso para ver, para no entrar a clase quizá. Un chica repartía café, se acercó y le bromeo, vio como otros más osados se tomaban fotos y le hacían reír, camino pensado en lo asqueroso que es el café con azúcar y sin querer Bunbury y su incordancia resonaban en su mente, le golpeaban el cerebro "rómpelo todo, perdedor maricón, Bunbury y su voz fingida y las mil españolas que le habrían comido la polla, maricón hijo de mil putas con tu guitarra y tu ridículo aspecto de Morrison". Arrojó el café al suelo ante la mirada atónita de esos profesores calvos y gordos vestidos con chalecos de lana, de lentes gruesos y caspa en las patillas. "Los hombres que no han roto ni a sus propias mujeres, perdedores, puñeteros armarios llenos de mierda, mal paridos hijos de una camionada de mil putas" pensó mientras caminaba directo a ella con las manos sudorosas y el corazón que le golpeaba en el pecho. "Hola" él, "¿Café?" ella, "No , solo quiero decirte que en este lugar de mierda y en toda mi perdedora vida tu eres la mujer más hermosa que haya visto y no espero que me digas nada aunque sé que no lo harás y es que solo quería, solo quería...que lo sepas" , mientras la gente que esperaba su café lo miraban y algunos sonreían. Volteo y camino rápido pero tranquilo con el miembro que le rompía los pantalones
En el baño de hombres mientras unos meaban y otros se cambiaban después de jugar pelota; el la tenía con el calzón amarillo puesto de lado, sintiendo los bellos mal rasurados de su sexo mientras su polla entraba y salía, ella lo abrazaba y el mordisqueaba sus pezones ardientes y sentía olor a sudor de mujer mezclado con aliento a café con azúcar. A gloria. "Bunbury fornicando con mil meigas cacheras de Galicia" pensó y sonrió.






El anterior relato ha sido escrito por un amigo de Gonzalo Gozza.

martes, 20 de noviembre de 2012

Una de Guillermo

En la vida de un hombre promedio está destinado a recibir una gran cantidad de besos y dentro de ella rara vez un beso se parece a otro, ya sea porque cada mujer es diferente o simplemente porque el tiempo nunca es el mismo y nada puede ser igual dos veces, aunque así lo deseemos. Dentro de la innumerable cantidad de ósculos creo que es posible agruparlos así; se puede hablar desde aquellos besos que se resumen a un golpe de mejillas, y digo golpe porque es lo que sucede, generalmente ocurre cuando es con alguien a quien no conoces; besarle en la mejilla como un golpe que avergüenza al menos experimentado de los dos. Pero no todos son así de malos, algunos, quedaran siempre en nuestros recuerdos ya sea por lo especial del momento o por lo especial de ella.
Existe otro tipo de beso que no se define por lo exquisito de su técnica ni mucho menos por el buen gusto; besos que se dan a las amigas, a las mujeres que recién conocemos, a las que conocemos pero no quisiéramos que así sea, a las ex, a las novias, a las que quisiéramos que sean la novia. Hay uno muy peculiar que se da entrada la madrugada, con el cuerpo cansado después de haber tenido una noche de sexo puramente lujurioso, beso que le das a tu amiga o a la ex en el paradero antes de que suba a su taxi o en la entrada de su casa antes que pase. Es ese beso en la mejilla que no toma más de un segundo, que no llega a posar los labios de ninguno en la mejilla del otro, ese beso cómplice que cerrara una noche de tormentos para dar paso a una mañana de olvido.
Ese es el beso que había definido la juventud madura de Guillermo sin desearlo, simplemente víctima del momento, presa de una vorágine de la cual le parecía imposible escapar . Cercano a las 30, con la cabeza llena de recuerdos y esperanzas se acercaba junto a ella a dejarla en casa, iban abrazados ya sea por el frió o por lo maltratado de sus cuerpos, conversando de temas irrelevantes y tratando de no pensar en cómo sería el día siguiente. Por fin en su casa "bueno nos vemos" y el beso en la mejilla. No le incomodaba, solamente quería pensar en eso, en la forma en que se habían quedado dormidos desnudos en el hostal, en cómo había llegado afiebrados de deseo, como se habían arrancado las ropas y besado hasta dejarse los labios inflamados. Pero todo eso había quedado ahí, en la habitación 201 de un hostal Baires para ahora volver al "nos vemos" y el beso. Ella no era la única persona ni esa la primera vez que le sucedía pero deseo que fuera la última. Cuando estas por cumplir los treinta sabes que nunca serás futbolista, que si tuviste la suerte de estudiar algo esa será tu vida, sabes que la mayoría de tus sueños se quedaran para siempre en las almohadas, quieres un abrazo y un beso que puedas atesorar para siempre, que no se pierda con el despertar del sol y vuelva a nacer en una copa de champagne.




El anterior relato ha sido escrito por un amigo de Gonzalo Gozza.  

viernes, 16 de noviembre de 2012

A una Bruja


Te extraño desde la mañana
hasta cuando ensayo mi muerte en madrugada
quiero tenerte de nuevo cerca mío
en  el almíbar de los bocetos sin acabar 
que dejaste cuando te fuiste.
Pude eviscerar mis cojines 
para encontrar tu voz
o beberme toda el agua de la casa
para que me alcance la sal.
Querida bruja,
que me desnudabas para calentarme
con tu propia piel sin hechizos.
Elevo un rezo para tu paz
y para que encuentres alguien 
que tenga en su despensa
las cabezas de culebra
que no encontraste en mi casa.