En la vida de un hombre promedio está destinado a recibir una gran cantidad de besos y dentro de ella rara vez un beso se parece a otro, ya sea porque cada mujer es diferente o simplemente porque el tiempo nunca es el mismo y nada puede ser igual dos veces, aunque así lo deseemos. Dentro de la innumerable cantidad de ósculos creo que es posible agruparlos así; se puede hablar desde aquellos besos que se resumen a un golpe de mejillas, y digo golpe porque es lo que sucede, generalmente ocurre cuando es con alguien a quien no conoces; besarle en la mejilla como un golpe que avergüenza al menos experimentado de los dos. Pero no todos son así de malos, algunos, quedaran siempre en nuestros recuerdos ya sea por lo especial del momento o por lo especial de ella.
Existe otro tipo de beso que no se define por lo exquisito de su técnica ni mucho menos por el buen gusto; besos que se dan a las amigas, a las mujeres que recién conocemos, a las que conocemos pero no quisiéramos que así sea, a las ex, a las novias, a las que quisiéramos que sean la novia. Hay uno muy peculiar que se da entrada la madrugada, con el cuerpo cansado después de haber tenido una noche de sexo puramente lujurioso, beso que le das a tu amiga o a la ex en el paradero antes de que suba a su taxi o en la entrada de su casa antes que pase. Es ese beso en la mejilla que no toma más de un segundo, que no llega a posar los labios de ninguno en la mejilla del otro, ese beso cómplice que cerrara una noche de tormentos para dar paso a una mañana de olvido.
Ese es el beso que había definido la juventud madura de Guillermo sin desearlo, simplemente víctima del momento, presa de una vorágine de la cual le parecía imposible escapar . Cercano a las 30, con la cabeza llena de recuerdos y esperanzas se acercaba junto a ella a dejarla en casa, iban abrazados ya sea por el frió o por lo maltratado de sus cuerpos, conversando de temas irrelevantes y tratando de no pensar en cómo sería el día siguiente. Por fin en su casa "bueno nos vemos" y el beso en la mejilla. No le incomodaba, solamente quería pensar en eso, en la forma en que se habían quedado dormidos desnudos en el hostal, en cómo había llegado afiebrados de deseo, como se habían arrancado las ropas y besado hasta dejarse los labios inflamados. Pero todo eso había quedado ahí, en la habitación 201 de un hostal Baires para ahora volver al "nos vemos" y el beso. Ella no era la única persona ni esa la primera vez que le sucedía pero deseo que fuera la última. Cuando estas por cumplir los treinta sabes que nunca serás futbolista, que si tuviste la suerte de estudiar algo esa será tu vida, sabes que la mayoría de tus sueños se quedaran para siempre en las almohadas, quieres un abrazo y un beso que puedas atesorar para siempre, que no se pierda con el despertar del sol y vuelva a nacer en una copa de champagne.
El anterior relato ha sido escrito por un amigo de Gonzalo Gozza.
Existe otro tipo de beso que no se define por lo exquisito de su técnica ni mucho menos por el buen gusto; besos que se dan a las amigas, a las mujeres que recién conocemos, a las que conocemos pero no quisiéramos que así sea, a las ex, a las novias, a las que quisiéramos que sean la novia. Hay uno muy peculiar que se da entrada la madrugada, con el cuerpo cansado después de haber tenido una noche de sexo puramente lujurioso, beso que le das a tu amiga o a la ex en el paradero antes de que suba a su taxi o en la entrada de su casa antes que pase. Es ese beso en la mejilla que no toma más de un segundo, que no llega a posar los labios de ninguno en la mejilla del otro, ese beso cómplice que cerrara una noche de tormentos para dar paso a una mañana de olvido.
Ese es el beso que había definido la juventud madura de Guillermo sin desearlo, simplemente víctima del momento, presa de una vorágine de la cual le parecía imposible escapar . Cercano a las 30, con la cabeza llena de recuerdos y esperanzas se acercaba junto a ella a dejarla en casa, iban abrazados ya sea por el frió o por lo maltratado de sus cuerpos, conversando de temas irrelevantes y tratando de no pensar en cómo sería el día siguiente. Por fin en su casa "bueno nos vemos" y el beso en la mejilla. No le incomodaba, solamente quería pensar en eso, en la forma en que se habían quedado dormidos desnudos en el hostal, en cómo había llegado afiebrados de deseo, como se habían arrancado las ropas y besado hasta dejarse los labios inflamados. Pero todo eso había quedado ahí, en la habitación 201 de un hostal Baires para ahora volver al "nos vemos" y el beso. Ella no era la única persona ni esa la primera vez que le sucedía pero deseo que fuera la última. Cuando estas por cumplir los treinta sabes que nunca serás futbolista, que si tuviste la suerte de estudiar algo esa será tu vida, sabes que la mayoría de tus sueños se quedaran para siempre en las almohadas, quieres un abrazo y un beso que puedas atesorar para siempre, que no se pierda con el despertar del sol y vuelva a nacer en una copa de champagne.
El anterior relato ha sido escrito por un amigo de Gonzalo Gozza.
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