El encuentro
de mi vida con la realidad fue un golpe de suerte; la luz que esperaba con
mucha anticipación llegó un día impredecible. El lunes que siempre cansa
enfrentar cuando seguimos con la modorra del fin de semana y el sabor de la
mujer que pudimos convencer de compartir lecho. Las cosas hasta ese momento
eran aristas intranquilas almidonadas con las quincenas y los sábados de
tarjeta de débito.
Una flor
pisada sin querer y una señorita a la que sedo el asiento para demostrarle al
resto del tren que aún no estamos todos corrompidos. Pero que farsa, ese barco
ya había zarpado, mataría o
dejaría morir a cualquiera si eso me referiría comodidad ¿Pero, qué clase de comodidad?
¿La de la cama, la cena, los cigarros y el cuarto de pollo? No, la comodidad
que soñaba de niño, de aviones privados, casa en la playa y mujeres
multicolores. Nada era cómodo ahora, sin amor todo
es más nítido. Con dolor ya estaba totalmente claro. Una sola llamada cambio
todo, un solo aviso: Marco, las
acciones se triplicaron. Es momento de vender, hice como si
nada. Caminé por la oficina y salude a todos; al aplicado, a la mujer correcta;
que no hablaba en los almuerzos más que de trabajo y su pareja, al hombre mayor
que pronto se jubilaría y a los que reían como yo; de sus enamoradas, de sus
padres y de los fines de semana. Ahora parece que todo había comenzado de nuevo
pero tenía con que sentirme seguro, me merecía una cerveza y un taxi para
regresar a mi cueva.
Llámala y
cuéntale, que te haga el amor con su entusiasmo y que aspire contigo a ese momento
en que podrían mudarse juntos y casarse...No, no la llames; renuncia y véncele
al tiempo ese viaje que te quito. Esa aventura que añorabas lejos de tu país
con ese amor de una semana, ese reencuentro con Cuzco y su noche infinita,
llena de novedad y de comprensión. Estoy de humor para hacer lo que sea pero
sin valor de cambiar la rutina. Mañana es otro día dormiré tranquilo como si
nada; el mismo caldo de gallina y la misma caminata a casa con un gato
hambriento que me seguía por mi calle. ¡Marco! ¿En qué estas pensando? ¿Qué te pasa en estos
días? Quiero renunciar, mandarte a la mierda
a ti y a tus informes, a esta vida de esclavo con traje y corbata, a este ciclo
incontenible que llena de azufre mis entrañas. Nada jefe, nada. Un día más para triunfar.
Marco, ya vendimos todo. Tienes 10 000 $ en tu
cuenta. Hoy celebraremos con Ingrith y Charo, estarán contentas de vernos regresar a ellas con este complejo de superioridad.
Una noche más como humano y un amanecer como apóstol, la luz del llamado santo.
Un número hecho gracia divina, calles sin luna, con la neblina característica
de mi ciudad y ese cigarro caro que nunca me animo a comprar. Madre, hermanos; tengo un regalo para ustedes, ya pueden tener la combi para hacer movilidad y las bicicletas
que nunca tuve. Pasarón noches hasta que acepté con orgullo que el dinero no es
más que una piel de serpiente que pronto se desprende y la recogen quienes te
rodean. Lejos de casa uno siente que le falta todo y a la vez que la
libertad no era lo que pensábamos. Marco,
ya. El avión está por salir. Despierta. Mire alrededor; era el Callao,
el Jorge Chávez y su caos. Último
llamado Lima Madrid.
Españoles de
mierda, creer que ser vulgar es una ventaja machista; la estupidez de una raza
que vivió conquistando a los demás. Un taxi 40 euros, ¿40 euros?... Sí señor, joder que estás en mi ciudad y no en tu país
de mestizos y de indígenas.
Llegue a tu
calle a las 4:35pm, hora de allá, 9:35am en Lima. Mucho sueño, ya que no había modificado mi
reloj de arena. A punto de llegar quise ser un Dandy. Valdelomar, estás en cada
limeño que te ha leído, a pesar que naciste en Ica. Yo soy lima, yo soy
el jirón de la unión, yo soy El Paláis Concert, yo soy el Perú y
yo fui conquistado por ustedes pero les devolvería el favor ahora
conquistándolos mediante tu cuerpo.
Roció
Echecopar, ¿Dónde estará su nombre? ¿En qué timbre, en qué buzón? Al fin lo encuentro y presione el botón de mi nueva vida; Ring, Ring. Soy yo... ¿Quién?... Marco… Silencio.
Una pequeña risa y luego un no estoy
sola.
Madrid era un
infierno elegante y yo con una mochila llena de cosas ajenas a la ciudad.
¿Dónde está el amor? ¿La fiesta que prometieron? La infancia no te prepara
para esto, por más disfuncional que haya sido la casa, no hay ensayo para el
rechazo de un sueño alcanzado, para la burla de tu propia suerte.
Vuelo Madrid Lima, último llamado. Son cuatro vinos de buena calidad, 60 euros que no significaban
nada para ese momento. El despilfarro nunca es suficiente para tapar una fuga
de emociones que se tiene en el cuello. Traqueotomía al alma y aún así no
dejaba de doler.
Dentro del
avión nunca sentí turbulencia. Es más, me fui a cagar y se me taparon los oídos al
pujar. Salí del cuarto de baño y todo estaba hecho; un par de sujetos con barba
apuntaban a todos con pistolas y granadas en mano ¿Cómo alguien
pudo subir con eso sin ser detectado? Yo tuve que discutir por dos horas para
poder pasar mi guitarra y los vinos. Al parecer para unos extremistas
políticos era más sencillo. ¡Bietan
Jarrai! ¡Bietan Jarrai! ¡¿Qué me miras coño?! ¡Muévete a tu sitio! Una
patada en el culo y fui a parar a mi asiento. Mi cuenta estaba llena de dinero
que suponía mi golpe de suerte en esta vida y pronto
acabaría todo, al menos apoye a mi familia y les pase de mi gracia una
porción generosa ¡Independentzia Eta
Askatasuna! ¡Gora eusko gudariak! ¡Gora Euskal Herria askatuta! ¡Gora Euskal
Herria sozialista! Uno, dos, tres. Nada cambia, seguimos de
rehenes pero un valiente hizo lo que todos esperaban que alguien hiciera, lamentablemente paso lo que todos temían que pase y en segundos alargados
por la pálida vimos como rodaron debajo de unos asientos posteriores los
seguros en el forcejeo con nuestro héroe.
John Lee Hooker en
mis oídos desde ese momento hasta la eternidad. Nunca deje de
musicalizar mi vida y esa era la canción del final de ella. Blues before sunrise tears standing in my eyes. Such a harbored
feeling, Boys, I do despise. Que precisión de aquel género al darme
la calma que necesitaba para dejarme llevar. Una luz muy
fuerte y esa caída en espiral, tanta magia, tanta grandeza y tanta
rabia. Luchar por un solo sueño no basta. Yo también quería pertenecer a ese
grupo terrorista, a esos fanáticos sin miedo que no dudaban en morir por su
causa; errónea o no, es lo que menos importaba. De esa guisa siempre era
excitante enfrentar la luz de la que tanto hablaban. Pero era un católico no
practicante, cayendo en un asiento en llamas, ya no sentía nada y John Lee Hooker tocaba a capela,
porque se estaban derritiendo mis audífonos, sin el ruido real de una
reproducción. Su último punteo se había extendido hacia la eternidad.
Me encontraron
en una playa carbonizado con la cabeza apoyada en mis manos, como si hubiese
descansado de esa caída en la que me calcinaba. Recordé a mi amigo Iván que le
gustaba ver Rotten y páginas Gore, pronto me verá y pronto reirá como
en aquellos tiempos en que tomábamos ron mientras nos asombrábamos de los que
sufrían. Cágate de risa, porque yo no sufrí, yo ya venía calcinado desde antes; yo viví, me arriesgue y perdí. El recuerdo de mi casa en provincia, donde lleve mis fotos y
unos casetes de Jeannette, esos fueron uno
de los mejores momentos de mi vida y el dinero que gane solo fue el pretexto
de un Dios socarrón para terminar con mis días. Pero quien podría tener rencor
a estas alturas, solo me queda reír.
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