Chicama de Omar Forero es contemplativa y cómplice, poco dialogo y mucha familiaridad. Es tan cercana que no es necesario demostrar más allá de lo cotidiano para saber lo que piensan, es como viajar y mirar por la ventana del bus, caminar por montes y ríos, disfrutar del atardecer. Los amigos y conocidos son amigables como lo son los peruanos humildes, siempre invitan, la olla siempre prepara sopa y casi no se venden las bebidas heladas. Los orines de la linda profesora casi llegan a las zapatillas de César y marcan así la ruta verdadera de su viaje a Trujillo. El mar siempre se lleva los pensamientos malos y nos da fuerza para regresar a nuestra rutina. La historia no toma una dirección hacia su desenlace sino que se pierde en los bellos paisajes y en la vida misma. La música es de Santiago Pillado y es una delicia para la melancolía del ambiente y de todos los hombres solos.
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