¿Vas a hacer algo? ¿Estás ocupado? ¿Cuándo trabajes podrías? Todas preguntas peyorativas que tienen implícito el adjetivo de la holgazanería, del intruso que vive donde no corresponde y que no se gana como debiera el espacio. Sintió que era juzgado como un ser completamente despreciable pero era la distorsión de un pasado que quería evitar y tapar con actos redentores en el presente ¿Sabías en lo que te metías? Un estimulante efímero que se esfumo como la fe en la modernidad. Queremos despreciar lo esencial imitando a los seres solitarios que persiguen el sol y lo trashumante.
El origen de una mala conducta está en lo factible y en esa porción de goce infernal que se obtiene cuando se ejecuta con éxito. Para mí no significa gran cosa haberme acostado con alguien exclamó un día sentada mirándole en una camilla de hospital, estas un par de veces y ya creen que tienen derecho le dijo otra en su casa de Huancayo, por eso no me gusta tirar con los amigos de Jorge le dijo la última vez por un mensaje de celular. Cada una de esas explicaciones estuvo concebida para despreciar el compromiso, no es necesario aparentemente en nuestra especie y todos debemos perder el recato. El deseo ha sustituido ya hace muchos siglos al lujo, manteniéndonos a todos en un sueño. Somos criaturas divinas que juegan a ser hombres corruptos, interpretando con destreza la degradación y la comedia del tiempo.
Lo perverso brinda satisfacción y placer egoísta, no es nada despreciable para una mujer que ya lo tiene todo, siempre se puede más. En cada bloque hay alguien dispuesto a soportar (hemos sido entrenados para ser esclavos de lo que creemos es amor). De forma elegante bajó las escaleras y le observo escribir en silencio mientras acicalaba su cabello, fue suficiente para que sintiera que tenía que interrumpir el trabajo para satisfacer una demanda: La comida, el vino, las cuentas de la casa, las miradas que aconsejan que sea diferente y se parezca más a otro, etc. Poco a poco el cuadro de unos ángeles en la pared volvía a tomar su forma definida con la luz y alejó su cabeza de la computadora. Cuando duerma podré volver a escribir pensó…
-Dime
-Me duele la cabeza
A medida que envejecemos disminuye la libertad y las exigencias se incrementan, la soledad se hace más demandante y cada intento de cariño interrumpe la calma de los atardeceres de manera involuntaria. Se puede soportar todo menos el desprecio disimulado, la insinuación y la burla creaban una desproporción de elementos agobiantes por momentos. Sin embargo intentaba transmitir calma y cumplir las reglas, trataba de jugar y de ser amante para facilitar la vida de ambos, siempre un disimulo muy rígido para mantener la mente ágil durante los reclamos, para que sus respuestas no enardezcan más cualquier situación cotidiana.
Nadie va por la calle Bradbury en las noches y se puede eludir a las multitudes, nadie sabe que las cosas que uno soporta son las de todos, el crimen o la moral implican la decisión de llevarlo a las espaldas de manera silenciosa, sin exigir ningún reconocimiento. Ella no lo entendía de esa manera y expresaba que es una cobardía la discreción. Algunas personas siempre insinúan que por falta de hombría no se toman las mismas decisiones o se viven aventuras ajenas; aunque muchos negocios exitosos tienen el componente de asumir un riesgo con entusiasmo, el ser consciente de lo que ocurre dentro y fuera de si le hacía despreciar cualquier influencia externa que insista en competir. El valor no se mide más aceptando retos de cualquiera.
Las mañanas eran frías y cada persona que iba a la casa no tenía ninguna relación especial con los habitantes, solo iban de paso y no se quedaban más de media hora, a veces incluso solo eran minutos por una entrega o un recojo de material. Las noches después del café con las llaves en los bolsillos para salir a caminar con el perro eran la forma acordada para estar cada uno lejos del otro por un tiempo prudencialmente corto. Él podía tomar esa excusa para desconectarse de la realidad en la que se desenvolvía y retornar al vagabundo. Tenía una imagen definida del tiempo junto a su perro, un momento en silencio junto a un ser vivo que comprendía sin decir una sola palabra, porque eran iguales. Sirve para dar afecto a otro y no busca ninguna mención en algún testamento, desea caminar y cumplir sus necesidades primarias un par de veces al día, luego volver a alguna casa.
Por eso cuando murió el perro murió también un poco de su pasado, un poco del niño interior que guardaba para los hijos y para sí mismo. Esperaba poder verlo por siempre, para llevarlo de viaje cuando se publiquen afuera los artículos en el formato de libro que quería la editorial y así dar un paseo por una ciudad ajena o para las noches despierto cuando tenía que rumiar una idea contemplado la oscuridad, siempre acompañado a pesar de la lobreguez. Quedó la cadena, el collar y las fotografías pero se fue una rutina de años, el último vínculo con su padre y el único recibimiento afectuoso y sincero cuando llegaba de dar clases o de traer las vituallas. La casa adquirió un silencio paranoico.
Ha cambiado todo pero aún hay cosas que no retira por completo, aun desea salir a pasear y con el collar en la mano aguarda inútilmente, desea mantener el silencio compartiendo el mismo aire con alguien que de la misma importancia a su compañía que a su vida, el mismo sentimiento de que ya no está su papá, la misma manera de reaccionar a los pasos de sus pantuflas bajando la escalera en esta pequeña casa que compartía con su novia que cuando estaba con el viejo. Sale a caminar pero lleva en el bolsillo la cadena y va exactamente por la misma ruta hacia las palmeras por donde le gustaba llevarlo a cagar. Pensó que podría servir en algún momento para protegerse de robos y así lo justifico; continuó por inercia muchos días. Ella quería comprar otro perro y le mostraba videos de diferentes razas que podrían verse bien en las fotos de navidad; sonreía ante su intención pero sin decir ninguna respuesta, manteniendo en su privacidad el apego aun existente.
Llegar al límite y no desfogar con imprudencia, después de haber leído y aprendido a través de años de formación académica siempre es difícil. Dejar escapar de forma aleatoria algunos malos sentimientos, nunca es justificado fuera de un espacio recreativo de competición y fraternidad deportiva. Frecuentemente es un desatino, una invitación cordial a que te retires o que te preocupes de tus propios problemas, un rechazo a ese padre que todos llevan dentro y quieren evitar. Su padre no era así, era muy indiferente con todo, solo se entendía con el perro en paz y en silencio; sin interrumpir la calma. Tomaba su café en la penumbra equilibrando su energía junto a su mascota.
¿Estoy loca por pensar así? Exponerme siempre al peligro… ¿O solo estoy desorientada en la vida? A pesar de ser responsable con mis deberes cotidianos... En estado de egoísmo es preferible verse complejo que simple y predecible, la lejanía de sus disparates eran tan consecuentes con el tiempo en que vivían que forzaba una repetición en menor escala de las rebeldías juveniles. El antiguo placer de ser nihilista pero de una manera tan burda como marionetas de sus instintos básicos; como críos jugando con su propia mierda. Era una fantasía para tapar una realidad; un lugar donde estar, comida y alguien que trataba de establecer con ella una conexión. Alguien que pueda atender las demandas más básicas de cariño y que no exigía mucho respeto.
Estoy embarazada…me encanta cuando me tienen miedo. La peor forma de enterarse de una noticia sobrecogedora y que tenía que inspirar ese instinto que tan en el fondo llevaba guardado. Una prueba de embarazo sobre la mesa junto al desayuno mientras el agua hervía en la tetera; poco a poco él asimila que no era una broma. Tuvo incomodidad y un fuerte deseo de sufrir un accidente mortal en las siguientes horas. Las cosas se presentaron como siempre; disparatadas pero esta vez necesitaba de la ayuda de su mujer. El hijo en camino sentía ya la compasión de su padre mientras ella pensaba un horario adecuado en la semana para ir a hacer los chequeos de rutina en la maternidad. Una vida que cuidar para justificar la estadía. Los seres que amaba han ido poco a poco muriendo o alejándose pero este no lo haría. Le necesitaba.
La maternidad de Lima posee la estatua de una mujer gestante atetando un bebe en el brazo izquierdo mientras ve a un niño que estira sus manos perennemente sobre su vientre; parece pedir ser cargado en infantil envidia del pequeño retoño. Es de tamaño real y tiene un color opaco por el paso de muchos años de remodelaciones y de indiferencia en todos los cambios de administración. El niño está desnudo y curiosamente le dicen “El Calatito”, lo cual no era nada sorprendente dentro de la forma coloquial de comunicarse que tenían los trabajadores de seguridad y las mujeres del personal de mantenimiento. Ya acostumbrado a su mención y a los rumores que se decían sobre la naturaleza fantasmagórica del lugar, se mantenía completamente alejado de todo contacto cercano del personal pero para este ya era familiar su presencia llevando a su mujer a los controles. Le observaban por momentos recibiendo algunas peticiones exageradas, le fulminaban alcanzándolo en las memorias en las que se quería refugiar con demandas absurdas.
¿Por algo ella es así o crees que jodemos por las puras?
Las risas del personal de limpieza y el jardinero mientras iban a almorzar no lograron interrumpirles; las mujeres estaban admiradas y felices de que sus realidades sean distintas, de no tener ningún lujo pero de estar completamente seguras que en su pobreza ellas no eran ni la mitad de jodidas con sus maridos y que ellos no tenían esa expresión en la mirada cuando les veían, ni las ojeras tan marcadas. Sintieron por un momento alivio de tener tan poco tiempo libre. Su cabeza contenía las indicaciones sobre el camino que iban a tener que seguir todos los días para llevar a Raulito al nido recomendado, la gran disposición que iba a mostrar ahora que ella iba a dedicarse por completo a su labor de madre, la posición tan miserable de compartir con ella una vida y no tener un Instagram; solo quería dejarse llevar y cumplir todas las exigencias para que esté tranquila.
En la sala de espera; la misma mujer bella reclamando y un hombre serio escuchándole resignado, desvistiendo con los ojos el pasado en que soportaba esas mismas trivialidades con mejor ánimo pues era una novedad que aun podía disfrutar con antojo, era una mujer hermosa que podía hacer reír y besar. Aun podía saborear cada una de las sobrevaloradas caricias que ella le permitía y retomar ese continuo cauce que siguen las cosas hacia su inevitable destino. Todo lo que nos pertenece es momentáneo y bello. Estaba en ese momento completamente dispuesto a satisfacerle pero ya algunos años habían pasado y su inestabilidad brincaba de manera insolente; se había acostumbrado a valorar cada momento de calma.
El sonido de un palmazo fue tan nítido que al voltear y ver la sonrisa de su mujer buscó a la víctima y se lamentó pesadamente de no encontrar a ninguna persona próxima a ellos, una enfermera se había acercado y le estaba diciendo que eso era de muy mala suerte mientras se persignaba. Un extraño miedo recorrió su espalda recordando algunas de las palabras que había escuchado sobre aquella estatua. Miró a su mujer con un poco de rencor mientras reía con una pequeña panza de tres meses ante la admiración del personal que ya se había enterado de lo ocurrido. Le reclamó pero no obtuvo respuesta coherente; ya había sido dictada la suerte debido a un golpe en el fundillo del Calatito. Mientras se alejaban rumbo a la salida volteo a ver la estatua aun sin poder imaginar el impacto que iba a tener en su vida; la forma en que las cosas iban a dar un vuelco ya se podían percibir. Podía sentir el arrepentimiento de no agarrar mejor a su mujer y de dejar que en un descuido golpee a un niño, aunque sea de mármol.
Esa noche hubo complicaciones y tuvieron que ir de emergencia a la maternidad, sabia la razón pero trataba de no alarmar más a su mujer, quien sufría por un sangrado intenso que la desesperaba. El auto llego rápido puesto que no había tráfico y tuvieron la mayoría de los semáforos a su favor; mientras una enfermera venía con una silla de ruedas para llevarla, el no pudo evitar mirar a lo lejos la estatua. Se encontraba allí, inerte y le robo la atención por pocos segundos mientras estaba sosteniendo la puerta del carro ignorando una voz femenina que le pedía el DNI de la paciente. Recuperó la consciencia y se alejó de aquel extraño temor que hacia mella en la tranquilidad que trataba de aparentar. Se disculpó amablemente y brindo todos los datos que le pedían además de la documentación. Fue trasladado a una sala de espera mientras su esposa era atendida de urgencia.
El café era malo pero aun así iría por segunda vez a insertar sus monedas. Mientras estaba allí esperando pudo percibir algo en el jardín pequeño que estaba cerca de la sala donde se encontraban las máquinas dispensadoras; un movimiento inusual. Un sonido proveniente de las plantas atrajo su mirada y quedó admirado por unos segundos ante una inusitada presencia; era un conejo negro de apariencia inofensiva que olfateaba con premura el gras mientras le observaba fijamente con unos pequeños ojos rojos incendiados. Se sostuvieron la mirada por apenas unos segundos, pero fue interminable y tenso; demostrando ambos una fascinación por el otro que se acrecentaba a medida que buscaban reconocerse. El animal siguió husmeando entre las plantas del jardín cuando la maquina término de servir el café. Se incorporó nuevamente a la realidad con un sorbo caliente admirando el reloj de la sala de espera y su interminable tic tac: 3:00 am.
Mientras observaba el fondo de su vaso de cartón y pensaba en el parecido que tiene el residuo del café a las cenizas y a la tierra húmeda, pasó raudamente un guardia y se le veía exaltado. Hizo un pequeño recorrido y regreso para poder peinar la zona opuesta de la maternidad, repitió varias veces lo mismo. El nerviosismo hizo que accidentalmente dejase caer unas llaves las cuales dieron el impulso necesario para que le preguntase el motivo de tal estado, la razón por la que llevaba varios vaivenes en tan calmada noche.
-El Calatito no está, se me ha escapado ¿Dónde estará ese bandido?
Entendió las palabras a la perfección pero no comprendía bien el mensaje, no entendía porque ese hombre le atribuía a una estatua facultades exclusivas de los seres vivos. Dudó por varios segundos pero reaccionó ante la segunda interrogante que le profirió
-¿Usted no le ha visto?
Recordó algunos rumores que había escuchado con incredulidad en que el niño escapa y atormenta al personal con sus travesuras. Comprendió la seriedad del asunto y como el guardia había tenido la suficiente audacia para buscarle, como para no desestimar su narración. No era posible, debe ser una carga muy pesada la que acompaña al pobre hombre en su casa que le hace ver visiones y dejarse sugestionar, pensó en servirle un momento de consuelo y compañía invitándole un café en la máquina, Así calmarían ambos sus nervios y compartirían experiencias pues había comprendido con simpatía que el pobre guardia seguramente estaba sobrepasado de problemas y esto le generaba alucinaciones.
No solo café sino también unas galletas San Jorge de soda que remojaban en los vasos mientras se consolaban mutuamente, él pensaba en su mujer y su hijo; las cosas que ellos deberían estar viviendo en ese momento mientras eran atendidos de urgencia, el deseo que estén bien y como había dejado en el fondo de su mente el recuerdo de lo que paso temprano, no lo comentó. El guardia era padre de dos muchachos y uno de ellos no había podido ingresar a la universidad lo que le causaba una gran pena, además tenía problemas con un hermano sobre unas herencias que le habían dejado. Llevaba varios días sin dormir bien y le creyó cuando pudo observar su rostro con la luz de la sala principal así como los detalles de su uniforme. Liderman escrito con letras rojas y un lapicero sobresaliendo del bolsillo
Ya la calma había llegado y se encontraban de pie disfrutando con empatía de aquella humilde merienda, su ubicación estaba en línea recta hacia el pasadizo que a los lejos mantenía la luz pálida del interior de los consultorios junto a la vegetación decorativa que se encontraba en paralelo y que tenía menos iluminación. Este camino llevaba directamente hacia el patio donde se encontraba la estatua así que trataba de no mirar mucho hacia allí, dándole incluso la espalda por ciertos momentos de la conversación. Es en uno de estos momentos cuando cae de la mano del guardia el vaso de café en un instante interminable ante su atónita mirada, mientras seguía al vaso en su caída libre y algunas gotas o porciones de líquido mantenían su altura en un deceso más lento, el guardia corrió blanco de miedo.
Al fin el vaso toco el suelo y el sonido reinstauro la velocidad normal en las cosas para que pueda percibir los pasos desesperados aun en carrera, que se alejaban y que provenían de un hombre asustado de muerte. Volteó con la intención de comprobar que nada había de amenazante, que las habladurías del personal solo eran rumores infundados que servían para entretener y asustar a los más jóvenes, que lo que había oído del guardia era absolutamente falso y que seguramente el paso de una enfermera había formado una sombra que se malinterpreto. Pero lo que vio no era lo pensado, no pudo mantener la calma y quedo petrificado sin dejar caer su vaso sino más bien, sosteniéndose de él.
En primera instancia no vio nada, no hubo ninguna señal de alguna presencia o entidad que perturbe lo cotidiano de esa noche, pero un movimiento repentino de una puerta dio paso a una presencia ya conocida. El conejo negro caminaba erguido como una persona y arrastraba un niño muy pequeño de su pierna, daba pasos elegantes y llevaba levantada la cabeza. Sus ojos rojos le miraron antes de perderse en la oscuridad, una mirada directa que congelo su sangre y que mantuvieron por angustiantes segundos de silencio. Una enfermera interrumpió la escena diciendo su nombre de pila en tono firme ya que lo había dicho un par de veces antes sin lograr su atención. Volteó recuperando un poco el aliento al ver una cara conocida, era la enfermera que le había recibido y con quien lleno toda la documentación. Le respondió después de dar un vistazo al pasadizo y no encontrar rastro alguno de lo que hacía pocos segundos había presenciado. Al oír la noticia que le tenían dejo caer su vaso de café.
-Lo siento, su mujer perdió la criatura.