No le gustó ni
la forma como se lo dijo ni el contenido. Era alguien cercano y seguramente
pensó que estaba tan bebido que no iba a recordarlo pero lo registro de
inmediato; se dio cuenta de la intención de disminuirlo ante los presentes
atribuyéndose así la virtud de la elocuencia. Le fue intrigante pues creía que
esa persona le mantenía algún aprecio o cercanía. Nada en sus relaciones interpersonales
era lo que parecía y eso era algo que realmente le incomodaba. Cuestionaba si
lo que valía la pena entonces era ser egoísta y solo satisfacerse a sí mismo.
A esas alturas la mayoría de personas que no logran un éxito económico
considerable se animan a aceptar algún riesgo; algo de emoción para sus ya
desperdiciadas vidas. La sensación de que el fin no tiene un pronóstico
reservado sino que es públicamente conocido cuando se llega a la adultez media
y esto hace más difícil prolongar el entusiasmo. La juventud nos libra en su
hechizo de la consciencia de nuestros límites y de actuar con cautela. Todos
amamos ser temerarios y peligrosos para no enfrentarnos al vacío inherente a
todas las cosas.
Fue entonces cuando se desprendió de su alma el deseo íntimo de acabar con
él y no lo tomo como algo a la ligera sino que imagino la manera de concretarlo
sin ser descubierto. Fantaseó morbosamente con desaparecerlo y robarle todo lo
que tenía, con atesorar un recuerdo y sin ningún remordimiento negar absolutamente
cualquier conocimiento del paradero de su víctima o al menos de los restos que
se había encargado de esconder impecablemente por toda la ciudad paseando en
bicicleta.
Al principio fue un mal rollo que no podía dejar y comenzó a invertir más
tiempo en las mismas labores rutinarias con mayor desapego. Abastecía y era
correspondido, podía tener algo de tranquilidad, con esos oscuros deseos de
corromper sus propias manos casi en silencio. Despertaba muy temprano y el agua
fría del baño lo endurecía más, recordaba al final de su ritual matutino lo que
había ocurrido y se contenía para no exaltarse. Nunca había sentido rencor de
manera tan febril, ni siquiera por su ex mujer después del escándalo con los
serenos.
La sangre ajena dibuja formas en el suelo de la ducha mientras se escurre
a través de sus piernas recorriéndole de la misma manera como hace unas horas
lo hacía en alguien con vida. El jabón enrojecido y los coágulos en el cabello
que sentía cuando masajeaba su cabeza eran pruebas que debían ser eliminadas.
Una mentira que justifique la ausencia y un testigo. Imaginaba cada detalle y
luego se vestía pero lamentaba mucho que no fuese alguien de menor sociabilidad
y poder adquisitivo. Siempre es más sencillo matar a alguien que se encuentra
en condición de miseria. La sociedad sentía el alivio y no culpaba a nadie.
Él era un anestesiólogo que vivía tan solo a dos calles de su casa. Eran
muy común los encuentros fortuitos y los saludos informales en las tiendas o
farmacias. Habían crecido en el mismo barrio e incluso sido compañeros de
equipo en los partidos de futbol adolescentes que se disputaron en la cancha
del parque. Muchas veces por evitar eso hacía las compras saliendo del trabajo
procurando atender cada una de las carencias sin que haya luego necesidad de salir.
El mundo trataba lo contrario que él en ese sentido, sus buenos deseos y la
responsabilidad tenían que ser abolidas. El capricho es el jefe supremo del
universo cuando nadie aplica lo cuántico.
Era un tormento cada coincidencia. En sus caminatas se reconocía alimentando
el odio que tenía con sonrisas hipócritas y saludos a conocidos. Tenía una
hermana que acudía con frecuencia al mismo gimnasio que su ex y se telefoneaban
para coordinar las idas juntas. De las personas que saludan de manera informal
y duplicándolo; Hola Hola; para
continuar con un alud de trivialidades y de falsas consideraciones. Era
insoportable y cada vez que observaba a alguna mujer saludando de igual manera
deseaba dispararle. La despersonalización era en estos momentos un mecanismo de
defensa para los seres humanos, ya no un trastorno.
Las obsesiones y los mensajes encriptados que podía encontrar en los textos de ocultismo que leía, le refugiaron de la culpa por no poder satisfacer sus intimas necesidades entendiendo que ellas proferirían un mal irreparable y sería considerado una vergüenza para su familia. Los duelos ya no existen y eso hubiese sido una gran solución socialmente aceptada. El mundo había acabado con todas las costumbres dignas para remediar problemas personales, ahora cualquiera puede desde el anonimato hacer un daño irreparable con total impunidad.
Se encontraba observando las rutinas de las personas en el trabajo. Las
horas exactas en las que acostumbraban ir al baño, a la maquina por una
merienda. EL ciclo menstrual de las mujeres que las obligaba a ir más de 3
veces al baño por día además de ponerlas más espontaneas y sensibles. El ánimo
constante de algunos y la lectura de sus reacciones ante ciertos estímulos que
todos compartían dentro de la organización le dieron una visión general de la
conducta de sus colegas. Una medida precisa del grupo partiendo de cada
individuo.
En la desesperación de volver a desear lo mismo con tanta ira reprimida
trato de obtener un poco de liberación mediante una relación amorosa pero no le
causo ninguna satisfacción emocional. No lograba sentir piedad ni pena ni apego
solamente violencia cuando era incomodado o cuando tenía intimidad. Prácticas
que ninguna mujer hubiese tolerado a menos que también provenga de la misma
estirpe de maldad y de degradación. Era un camino al que pocos le tenían aprecio
y muy pronto volvería a quedarse solo. Tuvo mucho tiempo para seguir
fantaseando aquel instante.
Al fin la sangre había manchado sus ropas pero no era de la victima que
tanto añoraba sino de su esposa que ya no soportaba más la violencia y estaba a
punto de estallar. Las manos temblorosas solo atinaron a dispararle con su
propia arma. Un poco más a la derecha y hubiese comprometido algún órgano
vital. Ella salió corriendo de la habitación luego de tirar la pistola y huyo
para no volverle a ver. Nunca recogió sus cosas ni mando a pedir por ellas así
que pronto todo terminaría en una bolsa de basura afuera de la casa. Las
heridas sanan incluso las de bala.
La escena nunca le sorprendió porque ya había tenido otras parejas antes y
casi siempre podía lograr que ellas tengan algún tipo de crisis en la que le
amenazaban con lastimarle físicamente pero esta vez hubo algo de orgullo al haber podido transfigurar a una mujer buena en una homicida que erró su
oportunidad. El mundo de la violencia siempre consigue dominar al grupo
mediante líderes abusivos y encantadores. Los estallidos y las malas decisiones
son lo que hacen respirar a la industria. Todo sirve para reparar el daño que
se hizo sin pensar y mantener las apariencias.
En algún
momento se arrepintió pero ya era demasiado tarde. Las fuerzas no esperan a que
seas bueno sino que te involucran en algo malo para que tomes una decisión. La vida esta hecha con soberbia
y con el instinto de quitarle todo al otro en una región de nuestro cerebro
contenida por años de cristianismo y de ídolos
de barro. La realidad nunca tuvo mayores problemas en aceptar la decadencia
como norma. Nunca se cuenta la verdad así que será fácil que todo parezca un robo que salió mal. Esta mareado y ya paso la hora del toque de queda. Aun no se dan cuenta que sus destinos están marcados por la tragedia cegados ambos por su gran vanidad y egoísmo. La luna esta llena y la vereda queda manchada de rojo al cabo de unos minutos.
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