martes, 14 de agosto de 2007

AFTER

Ayer comenzó una terapia de grupo que estoy llevando. Me tocó un grupo dividido porque entre las personas que lo conformaban había subgrupos, uno en que estaban los de la Promoción y en otro, los reciclados de otras bases, este último era el grupo al cual yo pertenecía.

Al comienzo, el silencio era total cuando la Dra. dijo: "Bueno chicos: Aquí yo solo voy a ser una especie de moderador, va a ser un espacio para que uds. hablen de lo que quieran,de lo que pasa por sus cabezas, de cómo se sienten". Entonces el silencio se desató, pero observaba a mis compañeros de sesión y les veía tan disímiles, tan herméticos, que me dieron muchas ganas de reírme.

Casi estuve contuviendo una carcajada hasta que una persona sorpresivamente habló, con esa sorpresa que es fruto de un silencio prolongado. Todos mirándose como fieras esperando atacarse entre sí o saltar hacia la única presa que había para compartir, mirándose, examinándose, mujeres tan frías y torvas que llegaban a ser elegantes con su silencio (las que eran simpáticas). Cuando esta persona habló, relató el día que él había transcurrido, yo le escuché y pregunté quizá de forma imprudente y socarrona sobre algunos de los datos que nos narró. Lo admito: Fui imprudente.

El silencio renació de sus cenizas y se volvió a apoderar de nuestro espacio. Esta vez sentí miradas de todos los puntos. Debido a que nos encontrábamos en un círculo, no había manera de no atender a todos, de observarles eludiendo los ojos incluso los de ellos mismos. En eso, mi amigo que también estaba en el grupo habló, dijo: "Yo me llamo E...", y yo me reí junto a otros de mis compañeros y empecé a hacer bromas ligeras interrunpiéndolo al hablar por un instante, me pareció tan ridículo en ese momento que alguien se presente.

Momentos despues me sentí estúpido por reírme. Proyecté en él una visión del grupo como chat o "botella borracha". Nos relató sobre una fiesta patronal a la que asistió y mencionó varios detalles de esta y de las tradiciones que la gente de esa región acostumbraba. Luego la Dra. invitó a cada uno de nosotros a presentarnos, esto me recordó que yo tuve que hacer lo mismo en una entrevista de trabajo en la cual había sido rechazado.

Nunca antes había sido rechazado y ese día terminé muy enfadado y frustrado conmigo mismo por no haber merecido el trabajo de tele-operador(¡guau!, ¡qué orgullo!). Pensé que la culpa de todo había sido mi presentación, en la cual creo haber mencionado cosas indebidas y mostrado una actitud desinterasada con las cosas responsables. Estaba muy nervioso y debido a que yo había estado en un trabajo parecido meses pasados, del cual salí porque debo admitir no pude rendir las ventas que se me trazaron como metas. Digo ventas porque en esa ocasión era yo un vendedor; pero en vez de tocar las puertas hacía timbrar el teléfono, tenía que incomodar a los mexicanos ofreciéndoles la ilustrísima oportunidad de pertenecer a la familia Pastander adquiriendo una tarjeta de credito endeudándose para que yo comisione. Bueno, lo decía diferente pero esa era la idea . Hice lo más fácil. Renunciar. Desde entonces -que fue el mes de marzo, casi abril- no he obtenido empleo aunque tampoco lo he buscado mucho y a esa oferta laboral había llegado por un solo envío de CV, una llamada, una entrevista y un lunes en la mañana que se prolongó por tres meses.

Eso se me vino al instante cuando pensé en presentarme pero al escuchar las otras presentaciones del grupo escuché una competencia de menciones en actividades académicas y empecé a decaer en cuanto a lo que tenía que decir de mí puesto que yo no me resalto precisamente por ser un mártir de la psicología ni de la investigación científica sino mas bien una criatura de la noche y de la experiencia (borracho de mierda, fumón, miraculos).

Una chica linda pero algo déspota empezó a hablar después de presentarse de cómo había sido su vida desganada en cuanto a eso de buscar prácticas y saber en dónde está parada, dijo que tenía vergüenza de eso pero lo dijo de una forma cínica y bella. Luego se presentó un chico de manera rencorosa diciéndole a ella que nunca ha hecho prácticas y que eso no era ninguna vergüenza para él. Una chica se presentó después de él y nos relató, sin bajar la guardia, sobre una serie de experiencias en el área en distintos organismos internacionales, así como en casos con pacientes con enfermedades mortales asi como con poblaciones selváticas. Por último, tenía en la actualidad un empleo muy parecido al que yo había postulado líneas arriba. Sentí envidia por su decisión y su belleza. La deseé por un pequeño instante.

Después se presentaron un par de alumnos de otras bases que se mantuvieron callados por todo el rato que había pasado y finalmente se presentó un compañero de la Promoción y empezó a narrar que le enviarían una encomienda porque pronto sería su cumpleaños. El mío fue la semana pasada -le dije- y también soy de esa zona, hable de mí y de lo que sentí. Como diría la Dra., me abrí y compartí una emoción; el miedo que siento al envejecer un año más y acercarme a ser un anciano lento y delicado. A morir y enfrentar a Dios que me espera para juzgarme. ¡Qué mierda!.

Bueno, no dije textualmente lo que está arriba pero sí expresé el miedo que sentí y el deseo de poseer bienes y llevar a cuestas una vida digna. Me sentí bien diciéndolo aunque debo decir que uno está muy vulnerable; pero en ese momento pensé: "Si estoy en una terapia de grupo pues para eso es, ¿no?".
Hoy día al caminar por un pasadizo, camino al baño, me crucé con una chica de mi grupo y la muy mierda no me saludó.

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