Guillermo recordaba frases que les dijo a sus amigos diez años atrás cuando se reunían en el paradero del Corregidor camino a la Molina Alta, les gustaba ver pasar los carros lujosos que casi siempre iban con una chica bonita de copiloto mientras llenaban sus cabezas de ilusiones y vasos de cuba libre. A los vecinos no les molestaba su presencia porque ellos: el chama, narinas y el guille, no eran de armar peleas ni escándalos, al contrario les gustaba debatir de temas que era raro escuchar en chicos de su edad. El viejo de la ventana que daba encima del paradero les había escuchado hablar de religión, psicología y de lo que más le gustaba escucharles era hablar de sus fantasías, de lo que harán cuando tengan plata. Por esos días pensaban en viajar, en invitar chicas a lujosos restaurantes e incluso en ayudar a la gente formando lo que después supieron que se llamaba ONG; en sus planes siempre andaban juntos.
Era la semana santa del 2009 y todos esos recuerdos distraían la cabeza de Guillermo; a diferencia del pasado ahora sí tenia dinero, lo que le faltaba esta ves eran los amigos. El narinas andaba por Europa, su padre era alemán y se lo llevo en cuanto pudo; nunca le gusto el Perú y su miseria, el chama era otra historia, siempre bohemio y bien acompañado por esos días, era raro verlo solo, se podía decir que le faltaban muchas cosas pero sabia arreglárselas para conseguir damas interesantes. Guillermo le envidiaba cuando le contaba que después del sexo se quedaba conversando con ellas, le decía que no solo hay que hacerle el amor al cuerpo sino también a sus cerebros.
Si tuviera plata, susurro en voz baja y para si mismo tendido en la cama con un brazo atrás de la cabeza y un malboro en la otra mano. Repaso mentalmente sus cuentas; tenía cerca de 15 grandes en dólares; sonrío. Pero sus amigos andaban lejos, tan lejos como sus ánimos para hacer algo ese feriado largo. Viernes santo, dios ha muerto, no verá si peco o no, pensó resignado. Se había puesto el blue jean de siempre y un polo negro de batalla, esos días eran raros en lima, poca gente por la calle, en las discotecas pero siempre hay donde buscar consuelo aunque tenga precio. Llego a “Las Canarias”, lugar de cerveza y mujeres donde ya había estado antes con gente del trabajo; pensó un instante antes de entrar a solas con la chica que le gusta, antes ya atendio a un grupo.
-Hola... Le tomaron del brazo y lo llevaron a un sillón, era la forma rápida y sin rodeos, lo cual le gustaba de ese tipo de lugares. La conversación fue la de siempre ¿A que te dedicas? ¿Donde esta tu novia? Cogidas de mano y sonrisas falsas que quieren que pienses que la están pasando bien contigo, sonrisas que ya había visto en quienes no se encuentran en ese tipo de lugares pero que buscan algo, deberían estar ahi pensó.
-¿Me invitas un trago? Le preguntó. Era cuestión de tiempo, ellas ganan por el trago que les invitas, el problema era que él no estaba dispuesto a pagar tanto por tan poco.
–Sí seguro, ¿una cerveza esta bien? Se lo dijo serio y sin mirarle a los ojos para que no insista.
–Si, vamos a la barra...un tanto disgustada. Le tomo de brazo y lo llevo a la barra.
–Son 30 por la mía...
–¡¿Estás loca?! Con una expresión de rabia y asco.
–Mira papito, entonces hay lo dejamos ahi... Y se fue. Lo dejó solo en la barra con las dos cervezas destapadas, ese día había poca gente y pudo escuchar las risas de las demás y de los demás. Herido en su orgullo y sin la intención de armar peleas tomo las dos botellas y las llevó a una mesa, queriendo demostrar algo, sin saber bien que, tomo 6 botellas de 30 soles cada una, como si la gente a su alrededor se percatara de su actos, creyéndose el centro de atención de putas y borrachos. Miro la billetera y solo encontró un billete de 10, hora de volver a casa, pensó.
Ya a la entrada del edificio donde vivía pudo ver que su vecino celebraba su cumpleaños. Habían sido amigo desde pequeños pero con el tiempo se habían vuelto totalmente diferentes. Ahora el amigo era todo alegría y exageración y él un agujero negro donde lo que entra y quienes entran difícilmente salen.
–Oe weón, sube pes, ¿o tienes miedo? Le gritó desde la ventana y con un gesto le afirmó que iría.
Ya por las escaleras ideaba alguna disculpa para no entrar pero por las noches las distancias se hacen más cortas y el tiempo corre lento, así lo sintió. Llegó a la puerta y vio poca gente, unos 8 quizá, varios muchachos que no conocía, entró sin saludarlos hasta el fondo donde había reconocido un par de cara.
–¡Ese! Un apretón de manos.
–Cholo…¿En que andas? Lo reconoció, le decían Black, Guillermo saludo con su peor sonrisa, estaba acalorado.
–Hola... les respondió. Ya estaba por ir a la mesa a buscar una cerveza cuando sintió que lo tomaban del brazo; era Black, no lo miro a los ojos sino a su mano que retenía su brazo, Black la sacó de inmediato, siempre había pensado que era un tipo agresivo.
–Nada cholo, solo quería presentarte a una amiga...Guillermo la miro de reojo: tez blanca, rostro brillante sudoso, pelo rojizo natural, lo pudo reconocer, un poco más baja que él. Se le acercó.
–Hola... dijo sin mirarla a los ojos para no mostrar su desinterés.
–Hola, soy Alejandra...En cuanto dijo la última letra de su nombre él sonrío de costado y levanto lentamente la mirada para verla mejor. Las mujeres no leen, son estúpidas, todas, son estúpidas: Su YO esquizo.
–¿Olmos?...preguntó con ironía y para su sorpresa ella sonrío.
–Nooo... Respondió sin dejar de sonreír. Guillermo cambio completamente, parecía mentira, ella había entendido el mensaje, ella sabía de Sábato.
–¿Y tu eres?
–Guillermo, Guillermo Martín... Dijo su nombre completo, que casi nunca lo hacía, sabiendo que ella entendería porque lo decía de esa manera, ella soltó una carcajada y lo miró con atención.
–¡No puede ser! Dame tu DNI...le dijo mirándolo, sonriendo con esa mirada femenina de cuando quieren saber algo que de antemano saben que les va a gustar. Guillermo recordó cuando la gallega, la chica que se fue, le pidió su DNI unos años atrás.
–No creo que tengas veinticinco... Lo recordó tan claro que le pareció escuchar su acento, le pareció que era ella.
–¿No me escuchaste? Dame tu DNI...Insistió Alejandra porque lo notó como perdido. Él lo sacó y se lo dio, si apurarse, ella río y se lo devolvió sin quitarle la mirada de encima, sonriente, como esperando que haga algo, tal vez no que diga sino que haga. Se quedaron un largo rato en silencio mirando al piso uno junto al otro, para eso Black había preguntado si se conocían pero tal fue la indiferencia a sus preguntas que se había ido.El silencio era largo pero grato, confortable, el supo que eso era de momento y debía hacer algo, la invitó a bailar y lo hicieron pegados con la confianza que les daba compartir algo más que ese lugar y esos conocidos.
–¿Me invitas un cigarro?... Ella expectante a ver su respuesta, él sacó uno de los Hamilton, no tenia más en el bolsillo, ella lo tomó entre los dedos y vio la marca, un gesto de desagrado se formó entre sus cejas y su nariz, el quiso disculpar el gesto para si mismo. Puta madre es obvio, es Alejandra, como le voy a dar esa huevada: su YO social. El cigarro paso de lado, siguieron bailando y a cada pregunta que se hacían sonreían. Así pasaron 2 horas.
–Oye martín… ¿Me jalas a mi casa? Escucho de sus labios que olían a cigarro. Mierda no se manejar: Su YO social
–Este...Creo que esta malograda el coche...Y lo dijo dudando, sin saber mentir. El mismo gesto del Hamilton pero elevado a las 10000.
–Ah, bueno pues…Y comenzó a mirar a su alrededor. Claro ahora mira a quien se le arrima para que la lleve a casa, puta, mujeres putas, hija de puta, puta su madre, puta ella y putas sus hijas: Su YO esquizo
Con la habilidad felina que tienen las mujeres para salir de situaciones que no les gusta, haciendo un comentario ridículo como: A ver que es eso Fer; se había ido de su lado a sentarse al lado de un jovenzuelo. Él seguía parado en medio de la sala, sin saber bien que hacer, si quedarse, si seguir haciendo el ridículo, si llorar quizá.
–No, recién lo conozco...es medio raro, medio taradito…Alcanzo a escuchar.
–Parece Murdoc ¿No?... JAJAJAA…la risa de ambos taladrando sus oídos.
–Tartamurdoc...cuando habla tartamudea o es gangoso algo así...Agregó ella en voz más alta y riendo, seguía con el gesto del Hamilton sin quitarle la mirada, chismeando en voz alta. Él parado en medio de la sala, escuchándolos con el puño tan cerrado que las uñas se clavaban en su carne, la frente totalmente mojada de sudor, las piernas le temblaban. Por un momento dejó de escucharla, volteo y la vio cerca de la mesa comiendo aceitunas. Se le acercó.
–Hola. ¿Sigues por acá?... Ella con una sonrisa sarcástica, el no dijo nada, sonrío con los labios ajustados, agachó la cabeza le dio una pitada al Hamilton, levantó lentamente la mirada mientras ella miraba al muchacho con cara de asombro y risa, lentamente le sopló el humo en la cara.
–¡¿Oye, qué te pasa?!
El sonido de la ultima “a” fue la señal. Una cachetada que retumbo los muros de la casa la tumbó al piso, sintió la fuerza de muchos brazos que le jalaban, el sudor cubría todo su rostro, pudo ver al muchacho a su costado, era más alto y más corpulento, sintió su puño cerca de su sien y enseguida, antes de caer, 20 puños más directos a la cara. En el piso todo daba vueltas, el sabor metálico de la sangre se metía entre sus dientes, patadas al estomago, a la espalda, pies de borracho con ganas de hacer daño. Vio a Miki, vio al narinas siendo pateando en Hamburgo por racistas, vio al chama sentado en su cama con el CV arrugado entre manos y las lagrimas en las mejillas diciendo “algún día seré alguien y se los gritaré en la cara a esos hijos de puta”…¡¡¡Levántate HIJO DE PUTA que esto aún no termina!!!: Su YO esquizo.
Mientras se levantaba sentía como la lluvia de patadas era cada vez más fuerte pero algo en su interior le empujaba hacia arriba. Cuando estuvo casi de pie una suela en el pecho lo envío cerca de una mesa donde encontró la lámpara de la sala, sin pensarlo dos veces la tomó con fuerza y al voltear la partió en la cabeza del muchacho. La imagen iba en cámara lenta para él y para todos, los demás se alejaron y Guillermo se paró enfrente del joven que sangraba por la frente, le tomó del polo con la izquierda y con el puño derecho le golpeó con fuerza. Después del quinto puñete podía sentir una masa entre sangre y carne que se adhería a sus nudillos, lo soltó y al levantarse gritó desde adentro, con los ojos llenos de lagrimas, el sudor y la sangre se hacían uno. Volteo lleno de ira y se acerco lentamente a ella que le miraba impávida con los ojos muy abiertos, tal habrá sido la ira y la determinación que llevaba que nadie se acercó a detenerlo, cuando estuvo frente a ella la tomo con fuerza de la blusa. Le podía escuchar remotamente.
–¡Martin!, ¡Martin!, ¡Martin!... Le gritaba ella tratando de hacerle entrar en razón, tratando de apelar a su fugaz amistad, evocando a su secreto.
–No soy Martín, soy Guillermo...Le dijo muy despacio con la mandíbula apretada. Antes que ella replique le estrelló la cabeza en los labios, pudo sentir como sus dientecitos se alejaban de sus encías, escuchó un crac que brotó de su mandíbula como si se estuviera quebrando en dos. Cayó inconsciente sobre el piso.
Al entrar a su cuarto se quitó la ropa, la dobló con cuidado y la puso sobre la silla, se acostó desnudo sin siquiera lavarse la sangre que ya se estaba coagulando, sonrió de lado, a tientas busco un cigarro sobre el velador, al prenderlo botó con fuerza el humo y comenzó a reír muy despacio. Con la derecha se hizo una paja pensado en la gallega con las lágrimas rodando por su rostro y metiéndose en sus oídos. Ya no podía escuchar.
PD: Este es un relato de un amigo de Gonzalo Gozza