Recibí una contusión en la cabeza y he
activado una zona diferente a la que usualmente recurro para resolver mis
problemas cotidianos. Fue una caída tonta en bicicleta por no prestar atención
y distraerme atendiendo una publicidad en el camino. Perdí el equilibrio y la
bicicleta hizo una cabriola que termino con la llanta golpeándome y la campana
destrozada. Recogí los pedazos de metal y plástico y le respondí a una señora
que se preocupó por mi estado. El rompemuelle traicionero yacía inexpresivo y firme
en su consistencia a esas horas de la tarde.
El tiempo en el que ocurrió esa caída fue
lamentable, las cosas no andaban bien y la resolución de problemas estaba a
cargo del lado más primitivo de mi mente. La sabiduría otorgada por los
años de evolución y el desarrollo de toda una red neural de conocimientos y
aptitudes heredadas era ignorada. Atendía las demandas con las peores
decisiones de mi repertorio y parecía haberse instaurado una racha de desatinos.
Como en un partido de futbol mediocre; todo era un caos.
La ira era la respuesta y actitud adoptada
para no atender el verdadero fenómeno al que me enfrentaba que era el de mi
envejecimiento. Aceptar que nuestros recuerdos van hacia un charco de vacío
profundo y oscuro mientras todas las cosas se deterioran lentamente no estaba
en mis consideraciones. Todo ocurre sin ninguna nostalgia o emoción humana, es
lo natural; como un manantial que se llevaría cualquier sufrida canción de amor
o carta de venganza con la misma indiferencia. El agua y la sangre fluyen,
siempre fluirán.
Entonces a esas alturas traté de no
perecer y de ser agradecido. Era cierto lo que algunas personas decían de mi
indolencia y de la falta de misericordia, lamento no haber aceptado que lo había
aprendido y que no lograba salir de mi zafiedad más que nada por
una férrea convicción. Nunca entendí el valor del dinero y esperaba
del lado afectivo la misma abundancia. Aprendí mucho después a diferenciar los tipos
de amor por varias aporías personales, después de haber guardado un
gran rencor.
…El ajedrez no lo es todo, quisiera
enamorarme y saber que se siente besar a una muchacha. Dejar los viajes y las
competencias... Solo deseo contemplar una partida con alguien que no sean mis
padres. Extraño tanto el caminar con mi perro y ser como los otros chicos…Pensaba
eso cuando era un niño sin entender la suerte que tenia de no haber crecido en
un lugar donde mis habilidades hubiesen pasado desapercibidas. De haber sido
bendecido y que las privaciones pueriles correspondan a una vida llena de
logros y reconocimientos.
Recordaba con nostalgia aquella normalidad
de no competir, de no sentirme presionado por distintos motivos sociales e
incluso políticos que tengan que ver con mis victorias. El mundo no
representaba en ese momento lo que ahora sino más bien un gran espacio por
recorrer junto a mi perro Ivo. Ninguno de los dos teníamos consciencia de algún
proyecto de vida o de alguna meta por alcanzar. Solamente caminábamos por la
nieve explorando el lugar. Nunca se vuelve a los momentos de felicidad del
pasado pero ayuda recordar que existieron.
Adoraba los bufets y las grandes cenas que
la FIDE hacía para nosotros. Un gran número de veces como hace unos
días he tenido una mala noche por la mezcla exorbitante de comida, cocteles y
prolijos postres que terminaron sin ninguna distinción en el inodoro después de
varias arcadas. Las decisiones más triviales no habían sido tomadas en serio y
ya había sentido en el fondo de mi algo de resentimiento mermado.
Un impulso irrefrenable de ponerme
histérico y de gritar blasfemias, perjuicios sin distinción, despertó en mí. El
desconocimiento total de las normas de convivencia para echar por tierra mi
reputación. Las voces que oía no son solo fantasías que logran abducirme del
tiempo real, pertenece a mis controladores. Logre dejar de oírlas por un
tiempo cuando estábamos en Kemer. La caída había ayudado a
callarlo todo.
Los problemas que tengo no tienen razón de
ser y mi violencia es inadvertida. ¿Cómo puedo dormir tan plácidamente? Durante
la mayoría del tiempo soy absorbido por un bicho caótico y de costumbres
totalmente vándalas. Me veo forzado a ser una persona que no logra salir de su
habitación sin destruirla. Siempre listo con la confianza y arrogancia que me
otorgaba mi título de Gran Maestro Internacional pero de fácil
de estallar ante la presión.
Pocos meses después mi apenada novia no
pudo más y huyó de mi compañía dejándome solo con la federación que ya había
tenido rumores de mis supuestas golpizas y explosiones de ira. Nunca acepté
algún comportamiento fuera de lugar y atribuí todo a los problemas de pareja. Dentro
de mis partidas deslumbré con mis jugadas pero algo ocurría internamente y no
lo trataba con la debida responsabilidad.
El día que perdí a mi madre tuve un sueño.
Le preguntaba a mi hermana que estaba junto a mí; niños ambos, cuál de los
dientes le dolía pidiendo que lo señale en una calavera que sostenía en su
mano. Una vez señalado mi madre procedió a retirarlo, prensándolo fuerte con
una pinza y haciendo movimientos circulares para que este afloje. Después de
forcejear un rato la salió con un sonido seco y mi hermana empezó a sangrar
profusamente por la boca. Desperté con una extraña sensación.
De la misma manera debía yo de señalar en
el espectro que era mi salud mental donde se encontraba aquel mal que tanto me
obligaba a perder los papeles y que ya había dado noticias en la casa de mis padres.
Las cosas no mejoraron y poco a poco fui perdiendo mis privilegios…aún recuerdo
tu risa y la manera como te engreías. Las ilusiones tan desproporcionadas que
te hiciste sobre mí y la decepción tan dura de verme caer en un abismo. Lamento
tanto lo que paso y a la vez regreso siempre a tus brazos.
La vida ahora es proporcionalmente solitaria a como fui cuando no estaba medicado. Solo espero la mudanza.
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