jueves, 27 de octubre de 2011

Pinocho Desesperado



Cuando estaba en un apuro pensaba que era algo irremediable, las cosas no podrían estar peor me decía y me lamentaba por sobre manera de la miseria sin igual que según yo padecía. El tiempo paso y el destino se encargo de solucionar las cosas al parecer por un designio divino que hizo que ciertos sucesos sin relación se sucedieran dándome así las posibilidades para remediar lo que en ese momento tanto me agobiaba. No creo en la casualidad.
Se disolvió eso y ahora apareció un nuevo problema. Las noches pasan sin paz y es el cansancio lo que me hace dormir y no la calma. Siento presión y un incomodo aguijón en mi sien que no me deja atravesar mis propias ideas y ver más allá de lo que en verdad se me pone al frente como barrera. No es lo que uno piensa que es el problema sino lo que uno cree que no lo deja atravesarlo.
Sé que no tengo madre ni padre ni hermanos y que los seres que tienen esos papeles en mi vida son solo marionetas de una obra que me empuja a una muerte segura. Siento mucha pena por eso pues a veces me auto engaño a propósito para ser iluso y pasar desapercibido entre las multitudes. Comer en una mesa rodeado y hablar de Ciro y de la corrupción del gobierno de turno con mi familia de marionetas, salir en grupo y pasar el tiempo en actividades que no elegiría por mí mismo.
Sé que estoy solo y que no puedo confiar ni en la mujer que quiero porque ella no comparte lo que yo siento y no quiere tener conmigo otra cosa que el acto sexual y todo lo relacionado a ello. La pongo en mi regazo y me doy cuenta de las inmensas diferencias y de la búsqueda tan distinta que tiene de la mía; es la fiesta del sábado lo que ella anhela para lucir linda e inquietar al rebaño. Quizá lo que busca es que alguien la rescate de mí, de la cárcel que debe ser la compañía de una marioneta sin hilos tratando de ser persona. Pinoccio o Pinocho; en una versión influenciada por Maquiavelo y Rob Zombie. Un hombre de madera maciza y con eco, madera que solo sirve para darle combustible a la pasión propia de sus años; de su juventud, con un alma que no sirve para nada porque enfría las cosas y no deja que el animal toque, huela y muerda.
El apuro en el que me encuentro ahora me remite a la utilización del hombre no como fin para una libertad sino como un medio para la producción de dinero. El dinero, siempre el dinero. El dinero que vincula a las personas en navidad y en el día de los enamorados, el dinero que le da a una familia la seguridad de que su amor es suficiente como para encargar un regalo a la cigüeña, el dinero que un hijo anhela de su padre para lucir amado ante sus amigos del colegio, el mismo dinero que cuesta vidas en la frontera o en las calles llenas de prostitutas y drogadictos. La misma moneda para todas esas mercancías. Si, las vidas tienen precio.
En las noches al caminar entre los arboles siento que alguien me acompaña por detrás, que volteare y podre ver otro caminante como yo que disfruta de la luna en solitario; pisando el grass y la humedad de Lima pero no hay nada. Debe ser el dueño de la obra que quiere ponerme de nuevo los hilos en mis extremidades y cabeza.
Llego a casa y no puedo tomar vino ni drogarme pues he entrado a un programa de rehabilitación. Los vicios también son hilos, pero estos uno mismo se los coloca. Solo puedo ver la caja boba y adormecerme así con una catarata de mierda audio visual que no brinda ninguna satisfacción espiritual ni física. Ver culos, senos y coños agitándose como mercancía en exhibición antes me causaba distracción pero ahora que se que no se compara a la sensación de la carne tangible y ya dejó de ser una posibilidad en la gama de canales que brinda la televisión por cable.
Veo el arma de mi marioneta padre enmarcada en una de las paredes de la casa; un revolver muy antiguo que solo recuerdo haberlo escuchado una vez de niño siendo disparado asustándome a mí y los demás de mi edad, disparos al cielo para alegrar la fiesta dijeron pero ahora eso es una costumbre que puede causar muchos problemas. La veo brillar y seducirme con su alternativa de destrucción, una voz de niña muy tenue; cógeme y roba, deja de ser un hombre de bien y toma un taxi lejos de todo esto. Solo durara unos minutos y podrás dejar esta miseria, si te alcanzan yo te protegeré y no podrán atraparte. Descuida, no pienses en la cárcel porque no la habrá cuando me esgrimas frente de ellos. De las marionetas azules y su cuestionable justicia yo te defenderé, de sus órdenes y de sus naves. Si te alcanzan las balas de mis hermanas rivales, solo tienes que apuntarme hacia tu propia cabeza, hacia esa sien que tanto dolor te causa. Un clic, una explosión, olor a quemado y luego solo calma; la canción de Mozart que tanto te gusta: Concierto número 21, andante. Podrás ver quién es el dueño de las marionetas, quien es tu padre. Ven conmigo.
El sueño me vence y no puedo diferenciar entre esa voz de niña y la televisión encendida. Las alternativas de solución aparecen solas y mi vida se agota, mi madera se apolilla

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