Sábado por la
noche, sus padres de viaje, sus hermanos pasarían la noche fuera; era el
momento perfecto que Guillermo había estado esperando por tanto tiempo. A su
edad algo de privacidad es siempre apreciada. Usando las redes sociales comenzó a llamar a sus “amigos” y “amigas”, parecía que iba en
retroceso. A los 30 la mayoría de personas tiene un grupo de amigos
consolidados con los que se suelen ver cada fin de semana y asisten a reuniones
o a restaurantes, pero el acababa de perder hacia poco a casi todos sus
conocidos. La mayoría de hombres de su edad ya tienen una relación de tiempo
con alguna chica a la que seguramente ya le han propuesto matrimonio, en la
compañía, Guillermo ya a ninguna de las chicas con las que había tenido algo le
interesaba. Esporádicamente se acostaba con ellas pero cada vez era notorio que
ellas habían perdido todo el interés. La mayoría de jóvenes de su edad ya se habían
comprado un carro o pensaban hacerlo pero él había comprado una bicicleta vieja
por la que había pagado una fortuna.
Ese sábado
por más que llamo y hasta suplicó, nadie le dio respuesta. Para sus conocidos
era cada vez más pesado tener que aguantar su compañía, ya que nunca quedaba
claro si les insultaba o se burlaba de ellos de una manera sutil. Siempre hablando de temas “complejos”, ajenos
a la época como la guerra fría o las matanzas en Bosnia, haciendo
alarde de su conocimiento, aburriendo a unos y sacando de quicio a otros. Con
las mujeres era incluso más agresivo, nunca prestaba atención a lo que le
decían, alardeaba de su trabajo y sus viajes de capacitación y cuando ya estaba
más borracho les pedía ir a un hotel sin la mayor sutileza ni cariño. Los temas
materiales siempre le fueron ajenos, solo tenía lo que le servía, un carro era
caro y no lo necesitaba con premura, vivía con sus padres para no pagar una
renta.
Al ver que nadie asistiría; maldijo su comportamiento y hasta su vida, saco la bicicleta vieja y se echó a manejar, con amargura, con dolor, tratando de ir tan rápido para que las lágrimas se vuelen con el viento. Pedaleo por horas y cada vez más rápido. En una mala maniobra chocó la bicicleta contra una zanja y cayo, rodó por el piso, escucho a alguien decir “¡Au!”. Sentado en el piso con la pierna sangrando vio a la gente pasar y lejos de acercarse noto que todos sonreían. Cuando caes es así, a todos les divierte y mientras más fuerte es el golpe más gracia les da. Supo en ese momento que él debía levantarse solo si quería seguir, estaba en el piso, herido y solo.
Al ver que nadie asistiría; maldijo su comportamiento y hasta su vida, saco la bicicleta vieja y se echó a manejar, con amargura, con dolor, tratando de ir tan rápido para que las lágrimas se vuelen con el viento. Pedaleo por horas y cada vez más rápido. En una mala maniobra chocó la bicicleta contra una zanja y cayo, rodó por el piso, escucho a alguien decir “¡Au!”. Sentado en el piso con la pierna sangrando vio a la gente pasar y lejos de acercarse noto que todos sonreían. Cuando caes es así, a todos les divierte y mientras más fuerte es el golpe más gracia les da. Supo en ese momento que él debía levantarse solo si quería seguir, estaba en el piso, herido y solo.
Levanto la
bicicleta y pedaleo aún más fuerte, directo hacia la oscuridad, siguiendo a los
carros, después en contra de ellos y después en contra y en medio de ellos,
buscando su atención, que sepan que aún ocupaba un lugar en el espacio. Después
de horas de pedalear entre casas y avenidas se dio cuenta que estaba perdido,
había ido muy lejos en la oscuridad y ahora cansado y sangrando tenía que volver. Después de andar y andar, tratando de recordar el
camino y buscando ver una avenida conocida, el cielo ya estaba poniéndose claro
y comenzó a pedalear pero ahora más tranquilo. Había encontrado su camino. Se dio
cuenta que nunca antes había caído de una bicicleta y si no te has caído no
puede decir que realmente haz manejado una bicicleta. Se dio cuenta que muchas
veces se pedalea fuerte sin rumbo y que tal vez
encontrarse sea al final el único significado, pero primero hay que perderse.
El anterior relato ha sido escrito por un amigo de Gonzalo
Gozza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario